viernes, 7 de octubre de 2016

Casa de citas / Truman Capote / Isak Dinesen

Isak Dinesen
Truman Capote
Isak Dinesen

Entre los mejores conversadores con los que he hablado se cuentan Gore Vidal (si no se cae víctima de su chispa mundana, y a veces nada mundana), Cecil Beatón (quien, de manera nada sorprendente, se expresa casi por entero con imágenes visuales, algunas muy hermosas yotras sublimemente perversas). El extinto genio danés, la baronesa Blixen, que escribió bajo el seudónimo de Isak Dinesen, fue, a pesar de su marchito aunque distinguido aspecto, una auténtica seductora, una seductora por conversación, ¡Ah!, qué fascinante era, sentada a la chimenea de su preciosa casa, en un pueblo danés al lado del mar, fumando sin parar cigarrillos negros con filtros plateados, refrescando su lengua vivaz con tragos de champaña, y atrayéndole a uno de un tema a otro: sus años de granjera en África (asegúrese de leer, si aún no lo ha hecho, su autobiográfico Out of África, uno de los libros más espléndidos del siglo), la vida bajo los nazis en la Dinamarca ocupada («Me adoraban. Discutíamos, pero no les importaba lo que yo dijera; no les importaba lo que dijese ninguna mujer: era una sociedad enteramente masculina. Además, no tenían idea de que yo ocultaba judíos en el sótano, junto con manzanas de invierno y cajas de champaña»).






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