La Santa Inquisición en plena faena |
LA TORTURA DE LA ESPERANZA
16 de abril de 2014, Miércoles Santo
“Hijo mío, alégrate: Tus
trabajos van a tener fin. Si en presencia de tanta obstinación me he resignado
a permitir el empleo de tantos rigores, mi tarea fraternal de corrección tiene
límites. Eres la higuera reacia, que por su contumaz esterilidad está condenada
a secarse... pero sólo a Dios toca determinar lo que ha de suceder a tu alma.
¡Tal vez la infinita clemencia lucirá para ti en el supremo instante! ¡Debemos
esperarlo! Hay ejemplos... ¡Así sea! Reposa, pues, esta noche en paz. Mañana
participarás en el auto de fe; es decir, serás llevado al quemadero, cuya brasa
premonitoria del fuego eternal no quema, ya lo sabes, más que a distancia, hijo
mío. La muerte tarda por lo menos dos horas (a menudo tres) en venir, a causa
de las envolturas mojadas y heladas con las que preservamos la frente y el
corazón de los holocaustos. Seréis cuarenta y dos solamente. Considera que,
colocado en la última fila, tienes el tiempo necesario para invocar a Dios,
para ofrecerle este bautismo de fuego, que es el del Espíritu Santo. Confía,
pues, en la Luz y duerme.”
Este es uno de los primeros
párrafos del cuento más famoso de Auguste Villiers de L’Isle-Adam y una obra
maestra de toda la literatura, “La esperanza” o “La tortura de la esperanza”:
con qué delicadeza y crueldad (con la misma retórica y el cinismo de un siniestro político) el religioso se dirige a su víctima. Que este cuento
extraordinario sirva para recordar en este Miércoles Santo los tiempos feroces
en que la Iglesia tuvo el poder de quemar y torturar a tanta gente que no se
sometía a sus creencias, y para no olvidar que la religión es y seguirá siendo
el origen y el alimento de muchas guerras.
“La esperanza” se publica hoy
en cuatro blogs: en español, inglés, francés y portugués. Todas las entradas
van con los enlaces respectivos. Y, para rematar, la biografía del ilustrísimo
Conde Villiers de L’Isle-Adam.
Felices lecturas y dichosos
pecados.
T.A.
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