María Luisa Bombal |
Edgardo Cozarinsky
MARÍA LUISA BOMBAL
María
Luisa Bombal vivió en la Argentina buena parte de los años 30. Había abandonado
Chile después de pegarse un tiro en el pecho, enferma ante la indiferencia de
su amante; ese arrebato le dejó en el hombro izquierdo una herida que fascinaba
a los porteños cuando la lucía, escotada, en el Baile de los Artistas. En
Buenos Aires fue admirada por Borges, por Girondo, por Neruda (“¡es una abeja
de fuego!”); también publicó las dos nouvelles
que le dieron fama: La última niebla y
La amortajada. A principios de la
década siguiente, regresó a Chile para disparar (En Santiago, en plena calle
Agustinas) contra aquel amante que no había podido olvidar. Tras el proceso y
un periodo breve de detención en un convento, su prestigio y posición social la
despacharon a los Estados Unidos, donde la recuerdan paseando por la Quinta
Avenida de Nueva York “disfrazada de cara” (con ojos, nariz y boca pintados
fuera del lugar que ocupaban su rostro).
Se
cuenta que una tarde de aquellos años 30 descendió las escaleras de Villa
Ocampo sin prestar atención al grupo que en la planta baja rodeaba a la
anfitriona, y lanzó esta súplica: “ Victoria, présteme usted su máquina de
escribir, que tengo que poner un anónimo, y la mía la conoce ya todo Santiago”.
Fuente: oral, recogida por Enrique Pezzoni, Buenos Aires, 1973.
Edgardo Cozarinsky
Museo del chisme
Emecé Editores, Buenos
Aires, 2005, p.96
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