Triunfo Arciniegas
Pirata 3
21 de julio de 2013
Antes de volver al hotel, en uno de los más bellos atardeceres de Bogotá en los últimos treinta años, me fui donde las putas a darle gusto al ojo. Para precisar las visiones me quité el parche. Vi discotecas, vi residencias, vi puteaderos, El Castillo, La Piscina, Las Divinas. Vi almacenes de lencería, vi salones de belleza. Estas mujeres se gastan fortunas en cirugías, maquillaje, ropa y zapatos. Vi una muchachita bella muy parecida a una antigua novia mía, sentada frente a su casa del placer. Su boca era la misma, sus ojos eran los mismos. Otra se cambiaba la falda junto a una venta de caramelos, haciendo malabares para sostenerse en sus tacones. Vi, al otro lado de la calle, una mujer absolutamente hermosa, medio desnuda, exhibiéndose sin pudor, ¿O sería un hombre? Mis ojos no son de fiar en estos días. Bajé una calle y vi un hombre con unos pechos hermosos, y un cuerpo que envidiaría cualquier mujer. Ante mis ojos, mostrándome la lengua, se balanceó los pechos con ambas manos. "Qué preciosura", dije, y soltó la risa. No soy un hombre de putas, nunca lo he sido, aunque no aseguro que no lo seré cuando ya no pueda levantar nada gratis. El amor no me ha fallado, siempre he conseguido el pan de cada día, gracias a los dioses, gracias a las mujeres generosas que jamás han faltado, benditas sean. Pero el cuerpo ya no es el mismo, el ultraje de los años resulta implacable y demoledor y, como dice la canción, "el amor no me ilumina como ayer".
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