Paul Bowles |
Paul Bowles
Juan Cruz
18 de noviembre de 1999
En la casa de Paul Bowles, en Tánger, siempre había una luz de penumbra. Él fumaba quif y miraba al horizonte imposible de sus ventanas; tenía los ojos afectados por el tiempo y parecía que lloraba; a veces sonreía, muy débilmente, y recordaba sin pasión la vida anterior. La música era su principal compañía, y cierta nostalgia de la juventud que ya estaba en los retratos. En esa atmósfera transcurrieron algunas conversaciones, de las que la presente entrevista, realizada en 1995, es sólo un extracto.
Pregunta. ¿Cómo encontró usted esta parte del mundo cuando vino por primera vez hace 63 años?
Respuesta. Hace de eso tanto tiempo. En cierto sentido fue como pasar a otro siglo. Tuve la impresión de retroceder. Era como si hubiera llegado a la Edad Media. Lo encontré maravilloso, me gustaban la naturaleza, los pájaros, la nieve. Todo parecía ser diez veces más chico que ahora, con la explosión demográfica. Incluso resultaba difícil encontrar un taxi. Había carruajes tirados a caballo. Era hermoso, y también era hermoso el sonido de los cascos sobre el pavimento . Por supuesto que todo era muy diferente a Nueva York. Se podía comprar prácticamente cualquier cosa, porque llegaba de todo y de todo el mundo. Se andaba mucho en bicicleta. Los hombres usaban trajes estrechos, de colores. Si un americano tenía problemas con la policía tenía que ser juzgado solamente por sus pares, por otro americano. Eso nos daba mucha libertad, por cierto. Una vez vi a un americano que conducía muy rápido, lo paró un policía, lo amonestó y el americano le dio una cachetada. Pasó la noche en la cárcel, pero no fue más allá la policía, porque sabía que no podía hacer nada. No creo que fuera una situación agradable, pero era típica de la época colonial. Aunque no era una verdadera colonia, nadie se atrevía a decir nada. Estaban totalmente dominados por la ley francesa, especialmente en Tánger. Ahora, las calles ya no son privadas y se puede andar por ellas prácticamente seguro. Pero antes la gente no podía cometer un crimen y escapar, porque las calles se cerraban completamente. La policía las controlaba, discriminaba las costumbres. La ley era terrible. Y no se podía pasar a España para escapar... Ahora, Tánger es una gran ciudad, lo que siempre es mejor que un pueblito, al menos para mí. Antes, aquí, las mujeres sólo salían tres veces de la casa: al nacer, al casarse y al morirse. Sólo tres veces. Siempre podían ir a la azotea, y si lo hacían podían causar escándalo... Y hoy las costumbres son similares, aunque nunca resultó escandaloso ver a una europea en la calle... Algo han cambiado las costumbres: al fin y al cabo, desde que yo vine, ya ha pasado casi un siglo.
P. ¿Cuál es su percepción de los cambios sociales que ha habido en esta parte del mundo? En España se tiene la percepción de que cada vez hay más fundamentalismo. ¿Usted qué opina?
R. Bueno, no es mi cruzada y no me toca en nada. Pero me preocupa. Y la vuelta al fanatismo, al integrismo, es algo político, y no religioso. Es la gente menos religiosa que yo haya conocido nunca. Los fundamentalistas insisten en que no son europeos, que no son cristianos y que no quieren serlo. Y que no quieren ni pensarlo. En aquella época, me producían curiosidad y quería conocerlos mejor. Y ellos me curioseaban porque yo era norteamericano. Pero ahora es todo lo contrario. Ya han visto tantos, demasiados. Ya no les interesamos. Se consideran otra parte del mundo, porque no sabían cómo era el mundo, que para ellos era lo meramente local. Ni se les ocurría estar contra los cristianos. No tenían ni idea de cómo era el mundo.
P. ¿El ensimismamiento que tienen es religioso, sociológico o económico?
R. Por supuesto que no es religioso, aunque hablen en términos religiosos, ni tampoco económico. Es meramente político. Quieren poder. Pero no sólo aquí, lo quieren para el mundo entero. Sienten que les han quitado el poder y quieren recuperarlo por cualquier medio.
P. ¿Cree que el peligro fundamentalista puede salir de Argelia y llegar a Marruecos, a los países del Magreb?
R. Esa posibilidad existe. Pero el Gobierno considera que Argelia es enemiga. Ellos creen que eso de Dios es un invento judío. Ni siquiera creen que EE UU enviara un hombre a la Luna. Sólo creen en el Corán, que toca todos los temas sin exclusión. No les gusta preguntarse cómo y por qué, como nos pasa a nosotros. Pero no creo que se vuelvan cada vez más introvertidos. Ni segregacionistas. Al menos, no los que tienen cierto nivel de educación. Porque una vez iniciada la educación es imposible frenarla. Hoy en día, Marruecos está completamente occidentalizado e infiltrado y es cada vez más europeo. Y quieren ser europeos.
P. Bowles: su vida está signada por la amistad, ha hecho amigos por todo el mundo...
R. ¿Qué es la amistad? La posibilidad de estar con gente que no me desagrada, pero no hay que preguntarme ni sobre la amistad ni sobre el amor. Porque no sé exactamente lo que significan. Tengo una idea aproximada de lo que quiere decir para la gente, pero es difícil. Es una cuestión que no puedo, no puedo contestar. ¿Qué representa la amistad para mí? Es una clase de pregunta que no tiene respuesta.
P. Usted dice en su libro Palabras ingratas que a veces es preferible la soledad al abatimiento que produce el contacto con la gente que está demasiado próxima. Dice también que es preferible vivir a 20 millas de las personas que conoce uno, por si acaso su presencia produce abatimiento, y que es preferible a veces la soledad a sentir ese abatimiento.
R. Sí, en general, yo creo que la soledad es preferible a todo. Porque es pura. La amistad (evito la palabra amor), el conocimiento de la gente, no es puro. Forma parte de la vida humana. Es necesario conocer a la gente, pero si usted me pregunta qué quiere decir la amistad, eso no tiene contestación.
P. En sus libros se advierte preocupación por los amigos, por su salud y por su lejanía, por el porvenir de los viajes ajenos, por los padres...
R. Todo es ficción. Las personas de que hablo son inventadas, las situaciones son completamente inventadas.
P. ¿Y la invención no está en la realidad? ¿No es la verdadera realidad?
R. Yo creo que hay una frontera entre las dos cosas. Ahora, yo sé, los novelistas están tratando de mezclar ficción y realidad. Yo estoy contra eso. ¿Dónde está la realidad? La realidad del lector no es la realidad del escritor. Son dos mundos muy aparte.
P. Es como lo que usted dice del sueño. Que es imposible contar el sueño de verdad, que la gente siempre inventa sobre el sueño.
R. Sí, yo creo que eso es verdad. Es muy difícil contar un sueño. Porque el sueño es una serie de imágenes estáticas. Y el hombre dice: "Entonces me encontré en un corredor y vi el mar...". No es así. Estaba en el corredor y después había el mar. Es el sueño. Pero contándolo hay que contarlo como si fuera una narración. El sueño es la cosa más personal e interior que existe.
P. ¿Como el amor?
R. El amor, ¿qué es el amor? Ya le dije que no sé.
P. Ya sé, pero yo quería pincharle por ahí.
R. Si quiere emplear la palabra "amor" y la palabra "alma", y ahora "sueño", digamos que el alma no existe; el amor, sí, tal vez; el sueño, seguramente.
P. Usted dijo ayer, en un momento determinado de la conversación: "Yo fui músico". ¿Por qué lo dice en pasado?
R. Porque me ganaba la vida escribiendo música. Ahora puedo decir: "Soy autor, soy escritor". Pero todavía soy músico. Sí, hice una gran partitura la primavera pasada. Sí. Bueno, a veces digo también "cuando estuve vivo".
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