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Triunfo Arciniegas
CAMA
3 de noviembre de 2022
Hace como diez años, asaltado por el optimismo, compré una cama king size con su respectivo colchón y las sábanas. Como no había una puerta lo suficientemente alta tuve que dejar todo en un garaje ajeno, hasta que le hice un cuarto propio en el tercer piso de mi casa. Las puertas tienen más o menos uno con ochenta de alto por uno de ancho. Rara vez alcanzan la altura de los dos metros indispensables para este colchón.
Hace unos catorce años sembré ese árbol que se puede ver a través de la ventana. Al frente de la cama he colgado un chinchorro. Ahí leo y, en las pausas, contemplo el árbol, más alto que la misma casa,
Esta mañana por fin armé la cama pero falta con quién. Por ahora retozan los gatos. Entre la cama y el chinchorro, dejé un enorme, pesado y centenario baúl húngaro que mi hermano Rubén recuperó con su habitual destreza. A un lado de la cama, la nueva biblioteca: británicos y escritores que se expresan en inglés pero que no son norteamericanos. Coetzee y Conrad, por ejemplo. A los gringos, tan numerosos, tan geniales, les armé rancho aparte en este mismo tercer piso, en una habitación más pequeña. En la parte superior de la biblioteca, escritores buenísimos de diversas lenguas. Ya veremos qué pasa. En el segundo piso siguen los franceses y los italianos, los españoles y los brasileños, los libros de pintura y fotografía, los diccionarios, las mujeres y los poetas, la literatura infantil, Shakespeare, el teatro, la poesía, las revistas, entre otras hierbas. Son como doce mil libros regados por toda la casa. Ya veremos. Al otro de la cama, que no se aprecia en ninguna de las fotografías, empiezo a armar otra biblioteca. Tampoco hay fotografías del piso. Me hicieron un mal trabajo. Las baldosas se soltaron después del segundo mes y cuando llueve aparece una humedad.
En fin, lo que importa, lo que más importa es que me entusiasmé tanto, me pareció tan bonita esta habitación que me acosté a escribir de inmediato, en el celular, como acostumbro ahora. Me acordé de un letrero que leí en la entrada de un cementerio en São Paolo, cerca del hotel donde pasé un cumpleaños, unos días después de la locura del carnaval de Rio de Janeiro: "Lotes en promoción". Con esa idea armé el texto, "Temporada", que puede leerse en Mester de brevería. Salgo de la depresión y entro a la fatalidad. Días difíciles. A los problemas personales y la familia que se desbarata, se suma la miserable y angustiosa situación del país. El dólar por las nubes y el país de culo pal estanque. Un Petro arrogante que no le contesta el celular ni a los que lo pusieron en el cargo, una ministra que no sabe dónde putas está parada, la gasolina con otro precio cada mes y una vicepresidente que cobraba el auxilio del Estado de unos cuantos pesitos y ahora hace fiestas de cincuenta y dos millones de pesos.
Va lenta la biblioteca. Entre otras cosas, el carpintero demoró diecisiete meses para entregarme las tablas.
Los obreros entraron el colchón con lazos desde la calle, por el hueco de la ventana. Luego se instalaron los marcos de metal y los vidrios, y ya no hay manera de sacar el colchón.
Va lenta la biblioteca y todavía más la cama. Compré vajilla y cubiertos de lujo entonces. Las lámparas también son nuevas. Las mesitas no Alguna vez tuve la locura de montar hogar con la que creí la mujer de mi vida, pero los dioses finalmente se opusieron. Encontré la vajilla hace unos meses, en la caja original. Ese día compré una olla preciosa, preparé un sancocho y supe que el dolor se había ido.
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