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Inventado vuelos
Ilustración de Karla Reyes |
Triunfo Arciniegas
Invitación quiteña
13 de noviembre de 2018
La tarde del lunes 5 de noviembre de 2018 me enviaron
el “itinerario del vuelo para su confirmación” y el martes 6 respondí lo
siguiente:
Apreciada
Belén:
El
regreso a Colombia para el viernes 16 está bien. Perfecto!
Pero
la ida no.
Llego
de madrugada el miércoles 14 a Quito y a las once de la mañana tengo un
evento: voy a hablar dormido.
Necesito
que me adelanten el viaje de ida el martes 13. Ojalá temprano, en la mañana,
por favor.
Mil
gracias.
Un texto fácil de entender para quien domine los
principios básicos del español. Sólo necesitaba llegar más temprano a Quito,
nada más. Pero no, era demasiado pedir.
Recuerde
que el martes 6 de noviembre usted me escribió: “Muchas gracias por su respuesta. Voy a salicitar (sic) a la agencia que
me ayude con los cambios, y le envío el nuevo itinerario.”
Por
el correo que usted me envió a las siete de la noche del 7 de noviembre, me
entero que cambiaron la hora del regreso (Quito-Bogotá-Cúcuta), que estaba
bien, y dejaron tal cual la hora del viaje de ida (Cúcuta-Bogotá-Quito). Así
que el 8 de noviembre, antes de las siete de la mañana, le escribí “Lo hicieron
todo al revés!”. Ese era el título del correo. Y, para evitar dudas, este era
el texto: “Hicieron todo exactamente al revés.
Lo que estaba bien (el regreso a Colombia) lo cambiaron. Y lo que estaba mal
(la ida a Quito) lo dejaron tal cual.”
El mismo 8 de noviembre, usted me escribió: “Mil disculpas por la
equivocación, a continuación envío el nuevo itinerario.”
Entonces cambiaron la hora del vuelo de ida, pero no el de regreso. Es
decir, el horario que en un principio estaba bien (“perfecto”, escribí”) no lo
mantuvieron. En otras palabras, o hacen al revés las cosas o las hacen a
medias.
Como un asunto tan elemental les quedaba grande, escribí de mi puño y
letra tanto la ida como el regreso, tomé una foto y se la envié.
Por fin, el 9 de noviembre,
después de las cuatro de la tarde, recibí los itinerarios correctos. Los
milagros suceden. Le escribí que, por favor, me enviara los tiquetes. Pasó todo
el 10 de noviembre y no hubo respuesta. Pasó el 11 y tampoco. Preocupado y
nervioso, le escribí dos o tres veces a Guido Tamayo, quien no tiene velas en este entierro, por
supuesto, y tuvo la gentileza de responderme que estaban a punto de enviarme
los tiquetes. Siempre me respondió lo mismo, no importaba el día o la hora.
Pero pasó el 12 de noviembre y los tiquetes nunca estuvieron a punto. Y esperé
hasta las dos de la mañana del día 13. Luego, cansado y aburrido, me fui a
dormir.
Por
fin, hoy martes 13, a las tres de la mañana, usted me informa: “Mil disculpas por los
cambios de último momento pero hemos tenido inconvenientes con la agencia que
se encuentra a cargo de la emisión de los tkt, por lo cual el vuelo que se
encontraba confirmado, al momento ya no posee espacios y nos envían la siguiente
opción para su confirmación”.
Y, por supuesto, me envían los antiguos horarios. Me
pregunto entonces para qué me piden una confirmación si no van a poder a hacer
los cambios que solicito. He sido preciso con todos los datos mencionados.
Yahoo no me dejará mentir respecto a fechas y horas. Al menos acepten que
fueron descuidados y que les hace falta lectura.
Son las siete de la mañana del martes 13 de noviembre y
estoy escribiendo este texto desde las seis, cuando me enteré de semejante
belleza de noticia. Se suponía que debía viajar hoy a las once. Como vivo en
Pamplona, que no tiene aeropuerto, y a menudo la carretera presenta problemas,
suelo viajar a Cúcuta el día anterior a los vuelos para evitar sorpresas. ¿Qué
esperan? ¿Qué diga que acepto y confirme ahora, después de las siete de la
mañana, y me siente a esperar el milagro de los tiquetes? Y cuando lleguen, si
es que llegan, ¿salto de inmediato al aeropuerto?
Esta carta constituye un homenaje a Kafka. Esta
invitación, diría con más exactitud. Por supuesto, ya no voy a la Feria del
Libro de Quito. Pero no voy por la
torpeza y negligencia de ustedes. No me
vayan a pintar con la gente como un incumplido o una persona caprichosa. Les
quedó grande el simple asunto de los tiquetes, como sé que les quedó grande
México como país invitado. La feria, según entiendo, figura sin país invitado.
Y ya no me escriban, por favor. Necesito recuperar horas de sueño. “Deje así”,
decimos en Colombia, y hasta podemos quedar de amigos. Ya no importa que me
haya quedado como novio en el altar, vestido y alborotado.