lunes, 26 de noviembre de 2018

Triunfo Arciniegas/ Diario / Pierna de platino



Triunfo Arciniegas
PIERNA DE PLATINO
Cuatrovientos, 26 de noviembre de 2018

Esta cosa monstruosa, este recipiente del dolor, es una pierna de platino. Además de ojo de vidrio y corazón de piedra, soy Pierna de Platino. Su coloración va a cambiar día a día. Los amigos van a preguntar en qué concurso de novela me gané tal premio y les diré que el honor no lo otorgan por un título específico sino por la obra de toda la vida.

La cirugía, según dicen estos amadísimos magos modernos que son los médicos, fue un éxito. Me aseguraron clavos y tornillos, y todo va por dentro, como la procesión. Pero la anestesia me pateó: sudor, temblores, náusea y vómito. Y el susto, por supuesto. Uno se hace el tranquilo, el obediente e incluso demuestra valentía, pero en el fondo  hay unas ganas de salir corriendo y dejarle la pata a quien sea para que tenga la misericordia de arrojarla a la basura.

Fue una larga semana de espera en el hospital San Juan de Dios hasta que al octavo día, y no precisamente por la tutela sino porque las amistades movieron palitos, apareció un poderoso ángel de la guarda en Bogotá y empezaron a moverse las cosas.

¿Qué harán en estos trances otros más desamparados que yo? En la puerta del hospital se quema el cristiano.

Ay, vida mía, qué dolor, ángel sin ojos en laberintos de luz. Se desmorona el corazón de piedra.

Así que me trajeron a Cúcuta en ambulancia la noche del viernes, me examinaron hasta la conciencia y el sábado en la tarde entré a cirugía. Y salí, que es un detalle pendejo pero clave, al menos para mí.

El domingo verificaron que todo estaba bien y me dieron de alta. René fue a recogerme en la  camioneta y prácticamente me escapé, descalzo, en piyama y sin calzoncillos. Le había advertido que condujera despacio, esquivando los numerosos huecos de las calles cucuteñas, pero la boleta de salida se demoró cuatro horas, las cuatro horas más largas de vida, y ya me sentía como uno de esos viejos que las familias dejan en el hospital y jamás regresan a reclamar, por eso mejor le dije a toda mierda, hijo, vámonos antes de que esta gente se arrepienta, y no nos detuvimos hasta llegar a Cuatrovientos.




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