Triunfo Arciniegas
LA SANGRE DERRAMADA
Dos años negociando nuestro destino con los asesinos, y
nada. Dos años manteniendo a estos parásitos de (rellene paréntesis con la
palabra adecuada), y nada. En los noticieros, usted puede verlos gordos,
rebosantes, cínicos. Hasta tienen el descaro de considerarse víctimas. El único consuelo es pensar que a todo puerco le llega su
sábado. Y que todo pasa. Y que somos los ríos que vamos a dar al mar de los
olvidos. Y que de nada sirvieron la ambición y la sangre derramada. Los muertos
no regresan ni siquiera para los besos que quedaron pendientes. Ni para tomarnos un café en un oscuro bar de una ciudad cualquiera de este país de huérfanos y viudas. Ninguna
negociación nos repone nuestros seres queridos ni hay cura en este mundo para
tanto dolor. Un día nos iremos y no regresaremos. Pero ellos, los asesinos,
tampoco. No volverán. Y no tengo por qué pedir perdón por mi abatimiento ni disculparme por tanta herida en el costado. Señores, veo este día en carne viva.
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