lunes, 17 de noviembre de 2014

Casa de citas / Patricio Pron / García Márquez no inventó nada

Frente a una tienda de comestibles en Bogotá.
Crédito de la imagen, Jack Frost.


Patricio Pron
García Márquez no inventó nada (por suerte)

Nos gusta creer que los escritores que admiramos han inventado algo, pero no siempre esto es cierto. Algunos lectores de Gabriel García Márquez en el extremo sur del continente americano hemos creído durante años que el más notorio de sus méritos era el de haber inventado buena parte de las palabras que aparecían en sus libros; estábamos seguros de que términos como "guanábana" o "papaya" eran producto suyo, invenciones léxicas de una sonoridad que debía llenar la boca, evocar un cierto dulzor, recordarnos que no sólo los españoles podían poner nombres a las cosas.

Una visita reciente a Bogotá me llevó a recordar esta (llamémosla así) confusión: pasé horas estudiando cartas en los restaurantes, escuchando a la gente (de una cortesía exasperante), tomando notas, contemplando carteles que no me decían nada. A pesar de las confusiones habituales en este tipo de situaciones, fue reconfortante saber que la diversidad y la intriga (que son los verdaderos motores del diálogo, más que la unanimidad y el consenso) siguen estando presentes en América Latina y que allí aún hay un lenguaje que está vivo y no requiere que nadie lo pula, lo fije o le dé un esplendor que posee (en algún sentido) por sí mismo. ¿Qué significan, de hecho, las palabras "cuca", "crespa", "cotudo", "masato", "tume", "herpo", "achira"? García Márquez no parece haber inventado nada, pero incorporó estas voces a un acervo que es ahora el de todos aquellos que hablamos español, también el de quienes lo leíamos sin saber que estábamos leyéndonos a nosotros y a nuestro continente, lo que es mucho más importante que leer a un creador de palabras. El autor de Cien años de soledad siempre admitió que no había inventado nada; también lo decía su madre, si no recuerdo mal, pero esto último no importa porque es sabido que las madres de escritores sólo se dedican a llevarnos la contraria.

[Publicado originalmente en Nosotros caminamos en sueños, sección personal en El País Semanal, 24 de junio de 2014]
[Publicado el 19/8/2014 a las 12:15]




Patricio Pron (Argentina, 1975) es autor de los volúmenes de relatos Hombres infames (1999), El vuelo magnífico de la noche (2001), El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan (2010), Trayéndolo todo de regreso a casa. Relatos 1990-2010 (2011) y La vida interior de las plantas de interior (2013), así como de las novelas Formas de morir (1998), Nadadores muertos (2001), Una puta mierda (2007), El comienzo de la primavera(2008), ganadora del Premio Jaén de Novela y distinguida por la Fundación José Manuel Lara como una de las cinco mejores obras publicadas en España ese año, y El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (2011), que ha sido traducida al noruego, francés, italiano, inglés, neerlandés, alemán y chino. Su trabajo ha sido premiado en numerosas ocasiones, entre otros con el premio Juan Rulfo de Relato 2004, y antologado en Argentina, España, Alemania, Estados Unidos, Colombia, Perú y Cuba. Sus relatos han aparecido en publicaciones como The Paris ReviewZoetrope y Michigan Quaterly Review (Estados Unidos), die horen (Alemania), Etiqueta Negra (Perú), Il Manifesto (Italia) y Eñe (España), entre otros. La revista inglesa Granta lo escogió como uno de los veintidós mejores escritores jóvenes en español de su generación. Pron es doctor en filología románica por la Universidad «Georg-August» de Göttingen (Alemania). En la actualidad vive en Madrid. Sus dos últimos libros son Nosotros caminamos en sueños y El libro tachado. Prácticas de la negación y del silencio en la crisis de la literatura, ambos de 2014.  


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