Richard Ford |
SOBRE LA ESCRITURA
Cualquiera que haya escrito alguna vez una novela, un cuento o un poema y haya tenido ocasión de conversar sobre su obra con un lector entusiasmado o simplemente interesado, conoce la sensación de incomodidad que producen los intentos del lector de descubrir las conexiones que vinculan el relato con una supuesta “fuente”, como modo de iluminar los procedimientos que transforman la vida en arte, o bien de reducir un acto de creación a algún problema de diseño industrial.
En estos treinta años me he puesto como objetivo estricto dejarme largos períodos sin escribir, tanto que mi vida de escritor parece tener más de no escritura que de escritura, lo que apruebo calurosamente.
Reconozco que en este tiempo sólo he escrito siete libros, y que en torno a esos siete no ha habido precisamente un clamor unánime de elogios. Indudablemente, habrá sabiondos que sostengan que de haber escrito más, de haber sido más pertinaz y haber hecho menos pausas, habría sido mejor escritor.
Pero nunca imaginé que estaba en este oficio para batir récords de velocidad de escritura, ni para acumular grandes cifras (salvo, en eso sí confié, en lo que se refiere al número de lectores).
La mayor parte de los escritores escribe demasiado. Algunos escriben verdaderamente en exceso a juzgar por la calidad de su obra acumulada. Nunca me he considerado un hombre destinado a escribir. Simplemente elijo hacerlo, a menudo cuando no se me puede persuadir de que haga otra cosa, o cuando me asalta una sensación desagradablemente pegajosa de inutilidad, no sé qué hacer y tengo tiempo libre, como cuando termina la Liga de Béisbol.
Es evidente que muchos escritores escriben por otras razones que el deseo de producir gran literatura para beneficio de los demás. Escriben como terapia. Escriben (con inquietud) para “expresarse”. Escriben para poner orden en sus larguísimos días, o para escapar de ellos. Escriben por dinero, o porque son obsesivos. Escriben como un grito de ayuda o como un acto de venganza familiar. Etcétera, etcétera. Son muchas las razones para escribir mucho. A veces, eso funciona muy bien.
Richard Ford
Flores en las grietas
Barcelona, Anagrama, 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario