Anoche leí por quinta vez Macbeth y hacía cinco años que no saboreaba estas páginas. La traducción de Ángel-Luis Pujante es mi favorita, y la edición de Libros del Zorro Rojo, con ilustraciones de Ferenc Pintér, una absoluta delicia.
Desde la primera lectura (una versión de Marcelino Menendez y Pelayo que aún conservo) quedaron en mi mente las brujas, cuyas profecías constituyen el sentido de la obra, sazonadas por la ambición humana.
Aparecen desde un comienzo y le profetizan a Macbeth, entonces Barón de Glamis, que será Barón de Cawdor, un título ocupado en el momento, y en la siguiente escena llegan los emisarios del Rey Duncan con la feliz noticia. La profecía también dice que será rey. A Banquo, presente en la escena de las brujas, le profetizan que será padre de reyes. Tanto el rey como Banquo morirán a manos de Macbeth.
A Macbeth no sólo se le aparecen las brujas: ve espectros y puñales en el aire. Lady Macbeth, dormida, se lava las manos ensangrentadas, en una de las escenas más memorables del teatro de todos los siglos.
En el primer acto a Macbeth se le cumplen la primera profecía y en el segundo, con el asesinato del Rey Duncan, la segunda. En el tercero, ordena matar a Banquo y su hijo Fleance para impedir el cumplir de las palabras de las bruja. Banquo muere, pero el hijo escapa.
Macbeth, que ha desatado un baño de sangre, extravía las riendas del poder. Al principio de la obra lo vemos dudar y es Lady Macbeth quien decide la muerte del Rey Duncan, aunque luego enloquece y termina suicidándose.
Las brujas vuelven con otro demoledor par de profecías. La primera es que "nadie nacido de mujer a Macbeth podrá dañar" y, la segunda, que no caerá vencido hasta que el día que el bosque de Birnam suba a Dunsinane. Dos cosas imposibles. Macbeth, amparado por el poder de las palabras, se cree invencible. Pero los enemigos se cubren con ramas para disimular su número y así dan cumplimiento a la profecía, y finalmente un hombre huérfano al nacer mata a Macbeth.
Tanto en la primera como en la segunda tanda de profecías las brujas hablan de dedos cercenados. En la primera se trata del "pulgar de un piloto que naufragó en su retorno", y en la segunda, el dedo pertenece a "una criatura que fue estrangulada cuando una buscona la parió en una zanja". No tienen importancia en el desarrollo de la trama, pero constituyen imágenes tan poderosas que podrían convertirse en historias.
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