Poeta, 2012 Fotografìa de Bob Orsillo |
Todo empezó cuando leyeron el aviso fúnebre, el aviso fúnebre de Mr. Jamieson. Estaba en el periódico de la ciudad y su cara apareció en el noticiero de la tarde. Hasta el año anterior no habían conocido a los Jamieson más que como vecinos encerrados en sí mismos. Ella enseñaba botánica en un College a sesenta y cinco kilómetros de distancia, de modo que pasaba mucho tiempo en la carretera. Él era poeta.
Es lo único que todo el mundo sabía. Pero él parecía estar ocupado en otras cosas. Para ser poeta y un hombre mayor -—tal vez tuviera veinte años más que Mrs. Jamieson— era recio y activo. Mejoró el sistema de desagüe de su casa, limpió la alcantarilla y la recubrió con piedras. Cavó, plantó y cercó un huerto; abrió sendas entre los bosques; se ocupaba de las reparaciones de la casa.
La casa en sí era un desatino triangular de aspecto extraño, construido por él hacía años con algunos amigos sobre los cimientos de una antigua granja derruida. Se decía que eran hippies, aunque Mr. Jamieson era un poco demasiado viejo para serlo, incluso antes de que apareciera Mrs. Jamieson. Corría el rumor de que cultivaban marihuana en los bosques, la vendían y guardaban el dinero en frascos sellados de cristal, enterrados por la finca. Clark oyó contar la historia a personas conocidas del pueblo. Decía que eran gilipolleces.
—Alguien habría entrado y cavado ya. Alguien habría encontrado la manera de hacerle decir dónde estaban.
Hasta que no leyeron la nota necrológica, Carla y Clark no se enteraron de que él hubiera ganado un premio importante cinco años antes de morir. Un premio como poeta. Nadie había hablado nunca de eso. Por lo visto a la gente le parecía creíble lo del dinero procedente de la droga enterrado en frascos de cristal, pero no que hubiera ganado dinero por escribir poesía.
Es lo único que todo el mundo sabía. Pero él parecía estar ocupado en otras cosas. Para ser poeta y un hombre mayor -—tal vez tuviera veinte años más que Mrs. Jamieson— era recio y activo. Mejoró el sistema de desagüe de su casa, limpió la alcantarilla y la recubrió con piedras. Cavó, plantó y cercó un huerto; abrió sendas entre los bosques; se ocupaba de las reparaciones de la casa.
La casa en sí era un desatino triangular de aspecto extraño, construido por él hacía años con algunos amigos sobre los cimientos de una antigua granja derruida. Se decía que eran hippies, aunque Mr. Jamieson era un poco demasiado viejo para serlo, incluso antes de que apareciera Mrs. Jamieson. Corría el rumor de que cultivaban marihuana en los bosques, la vendían y guardaban el dinero en frascos sellados de cristal, enterrados por la finca. Clark oyó contar la historia a personas conocidas del pueblo. Decía que eran gilipolleces.
—Alguien habría entrado y cavado ya. Alguien habría encontrado la manera de hacerle decir dónde estaban.
Hasta que no leyeron la nota necrológica, Carla y Clark no se enteraron de que él hubiera ganado un premio importante cinco años antes de morir. Un premio como poeta. Nadie había hablado nunca de eso. Por lo visto a la gente le parecía creíble lo del dinero procedente de la droga enterrado en frascos de cristal, pero no que hubiera ganado dinero por escribir poesía.
Alice Munro / Escapada
Alice Munro
Escapada
RBA, Barcelona, 2009, pp. 14-15
It had started when they read the obituary, Mr. Jamieson’s obituary, in the city paper. Until the year before, they had known the Jamiesons only as neighbors who kept to themselves. She taught botany at the college forty miles away, so she had to spend a good deal of her time on the road. He was a poet.
But for a poet, and for an old man—perhaps twenty years older than Mrs. Jamieson—he was rugged and active. He improved the drainage system on his place, cleaning out the culvert and lining it with rocks. He dug and planted and fenced a vegetable garden, cut paths through the woods, looked after repairs on the house—not just the sort of repairs that almost any house owner could manage after a while but those that involved plumbing, wiring, roofing, too.
When they read the obituary, Carla and Clark learned for the first time that Leon Jamieson had been the recipient of a large prize five years before his death. A prize for poetry.
Alice Munro / Runaway / Short Story
by Alice Munro
It had started when they read the obituary, Mr. Jamieson’s obituary, in the city paper. Until the year before, they had known the Jamiesons only as neighbors who kept to themselves. She taught botany at the college forty miles away, so she had to spend a good deal of her time on the road. He was a poet.
But for a poet, and for an old man—perhaps twenty years older than Mrs. Jamieson—he was rugged and active. He improved the drainage system on his place, cleaning out the culvert and lining it with rocks. He dug and planted and fenced a vegetable garden, cut paths through the woods, looked after repairs on the house—not just the sort of repairs that almost any house owner could manage after a while but those that involved plumbing, wiring, roofing, too.
When they read the obituary, Carla and Clark learned for the first time that Leon Jamieson had been the recipient of a large prize five years before his death. A prize for poetry.
Alice Munro / Runaway / Short Story
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