viernes, 23 de julio de 2021

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Triunfo Arciniegas
LA DESPEDIDA
22 de julio de 2021

Bello. Es la primera palabra que se me ocurre. Conmovedor, por supuesto. Pero, sobre todo, bien escrito.
Leí de un tirón (apenas hice una pausa para prepararme una limonada) Gabo y Mercedes: una despedida, de Rodrigo García, y durante dos o tres horas me sumergí en otro mundo.
Su armazón es perfecta, y no podía esperarse otra cosa de un cineasta tan exquisito: 32 capítulos fragmentados. Numerosos fragmentos se me antojan piezas maestras. El libro se lee como un remanso aunque se siente como un camino pedregoso cuando se recorre descalzo, y su materia es precisamente agua pura: la vida cotidiana y la magia, el padre y el escritor genial que todos hemos leído, la fama y la intimidad de los cuatro, el círculo sagrado de Gabriel, Mercedes, Rodrigo y Gonzalo. Para Rodrigo García Barcha, bogotano criado en México y España y residenciado en Los Angeles, nada, absolutamente nada, es más importante que la familia.
"Durante algunos años, después de que empecé a trabajar como director de cine, solían preguntarme qué artistas me habían influenciado. Con mucha diligencia lanzaba una lista de nombres, más o menos original, en gran parte obvia, hasta que un día me di cuenta que estaba siendo deshonesto. Ningún director, escritor, poeta -ninguna pintura ni canción- han influido más en mí que mis padres, mi hermano, mi esposa y mis hijas. Casi todo lo que vale la pena saber se aprende todavía en casa." (Pag. 11)

Dos inquietudes me acosaban antes de leer este libro. La primera se refiere a si hay o no textos publicables de García Márquez. Y la segunda, ¿cómo resuelve la vida alguien con un padre tan famoso y genial? La primera inquietud no la resuelve el libro. Y la otra, en parte. Rodrigo García sabe que el interés del lector se centra en García Márquez, pero a veces se le escapan datos. Su cine me interesa, su propia vida me interesa.

"No me di cuenta hasta bien entrado en mis cuarenta que mi decisión de vivir y trabajar en Los Ángeles y en inglés fue una elección deliberada, aunque inconsciente, para hacer mi propio camino lejos de la esfera de influencia del éxito de mi padre. Me demoré veinte años en ver lo que era obvio para la gente a mi alrededor: que había escogido trabajar en un país con un idioma que mi padre no podía entender (hablaba con soltura francés e italiano, pero su dominio del inglés era apenas suficiente como para leer las noticias), donde él pasaba poco tiempo, tenía pocos amigos cercanos y al que no tuvo visa para viajar durante años. Además, decidí escribir y dirigir cine, que fue su sueño de juventud, antes de que los intentos fallidos de vender sus inusuales historias lo llevaran a convertirlas en algunas de las novelas más famosas de su siglo. Empecé tímidamente, con una carrera como cinefotógrafo que no fue del todo infructuosa, pero que con el tiempo se colapsó bajo el peso de otras ambiciones. Cuando estaba a punto de comenzar la preproducción de mi primera película, mi padre me preguntó si podía leer el guion. Me imagino que estaba preocupado por mí, temeroso como siempre lo estuvo de que lo que mi hermano y yo hiciéramos o dejáramos de hacer se compararía con sus logros. Por suerte para ambos, el guion le gustó. Le encantaban las películas que rodé y presumía de ellas con sus amigos o con cualquiera que pudiera arrastrar a la proyección." (Pag. 73)

En fin, Rodrigo García narra los últimos días de su padre y, con menos detalle debido a la pandemia, la muerte de su madre, una experiencia que vivió más de cerca Gonzalo. No hay nombres propios. Uno de los grandes amigos de toda la vida del escritor, Álvaro Mutis, apenas es mencionado como Álvaro. La discreción se impuso. La brevedad del libro nos deja sedientos, pero de ninguna manera insatisfechos. Se trata de un libro redondo y pleno a pesar de su brevedad, memorable, poderoso e íntimo. El prodigioso baúl de las anécdotas permaneció cerrado. Tal vez en unos años Gonzalo García Barcha se atreva a más. O tal vez lo haga Mateo García Elizondo, su hijo, que es escritor.

Y una última cita, a propósito de los divertidos relatos de una prima: "Me recuerdan la pasión de la familia de mi padre por la anécdota, el embellecimiento y la exageración. Atrapa a tus oyentes y nunca los dejes escapar. Un buen cuento siempre supera la verdad. Un buen cuento es la verdad". (Pag. 83)

Maravilloso libro.




1 comentario:

Maria del Rosario Laverde dijo...

También disfruté mucho el libro. Me habría gustado comentarlo con usted.