UNA PELÍCULA
París, Texas
de Wim Wenders
Gregorio Belinchón
14 de abril de 2020
En 1984 Wim Wenders filmó una de las obra cumbre del arte del siglo XX. Y con ella, con París, Texas arrancamos una serie de películas para el confinamiento sobre la melancolía. Esa que deja poso en el cerebro y en el alma. Esa que acompaña los pasos de Travis, desaparecido durante cuatro años y que un buen día aparece otra vez sin más explicaciones. Su hermano le reúne con su hijo y padre y crío buscan a la madre. Lo que sigue es tanto un desgarro emocional como la reconstrucción de algo –un estado sentimental– imposible de restaurar. Todo es perfecto en París, Texas. Como cuenta Wenders: “Hay filmes que se estrenan en su momento exacto, y eso pasó con París, Texas. A mí me ha ocurrido un par de veces más, con Cielo sobre Berlín y Buena Vista Social Club. Llámalo destino, suerte, como quieras… Harry Dean Stanton estaba en su momento perfecto, era el primer guion de Sam Shepard… Nastassja Kinski estaba en el culmen de su carrera, y Ry Cooder [responsable de su banda sonora] estaba dispuesto a demostrar su valía. Yo lo único que podía hacer era no cagarla, y lo logré”.
Hoy, París, Texas es indiscutible. Arrastra una legión de fans. Pero, en 1984, tras ganar la Palma de Oro, no tuvo eco en Estados Unidos. Wenders también tiene respuesta: “Fue comprada para Estados Unidos por Twentieth Century Fox y prepararon un lanzamiento inteligente, con el objetivo incluso de lograr varios Oscars, sobre todo pensando en Harry Dean Stanton. Y en tres semanas cambió desde la cúpula directiva hasta el recepcionista. Los nuevos ejecutivos no querían saber nada de las intenciones de los anteriores, y no hicieron ni una proyección para los académicos. Ni pusieron un anuncio. A Harry le rompieron el corazón”. Stanton, que hasta canta en la película un tema propio, que siguió trabajando hasta su muerte con 91 años. Rostro y mirada acuosa como ha habido pocos en el cine: esa es la cara de la melancolía. Gregorio Belinchón
París, Texas. Wim Wenders. 1984.
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