miércoles, 1 de abril de 2020

Triunfo Arciniegas / Diario / No volvieron ni los Testigos de Jehová

Triunfo Arciniegas
Autorretrato


Triunfo Arciniegas
NO VOLVIERON NI LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ
31 de marzo de 2020

Volví a salir de madrugada con el perro. Había escrito "Volví a salir con el perro de madrugada" como si la madrugada fuera la naturaleza del perro: un perro que amanece, que se ilumina con el sol y que se apaga todas las tardes. Si no hubiera sido por los Testigos de Jehová, esta entrada podría titularse El señor del perrito.

No tengo problema con la cuarentena. Salvo los viajes, he pasado encerrado los últimos diez años, desde que renuncié al magisterio. Tengo la casa diseñada para tal fin. Un encierro con comida, internet, celular y Neflix vuelve la casa un hotel de cinco estrellas. Y miles de libros, por supuesto.Y hay gente que considera que se trata de un sacrificio.

Los mejores días son cuando no hay ninguna diligencia imprescindible y tengo la certeza que de no saldré de casa. Ahora que el ángel de la muerte recorre el mundo no se puede, por supuesto. 

Como detesto las visitas, por acá no viene nadie, pero con la cuarentena la certeza es absoluta. A la puerta no volvieron ni los Testigos de Jehová, qué bendición. Una pequeña ventaja de la desgracia. Puedo pasar dos o tres días sin bañarme o deambular desnudo por la casa. Ni siquiera tengo que asomarme a la ventana a maldecir.

Menos mal que estoy solo porque terminaría matando a la mujer que hubiera tenido la desdicha de compartir conmigo la cuarentena. Pienso a menudo en las parejas que se odian y ahora deben pasar juntas este encierro obligatorio. Como en Vida conyugal, escrito en México a finales de 2013 y ahora uno de los textos de Mester de brevería.

Es curioso, ahora que nadie hace mercado por mí y que Alejandra no me trae el almuerzo, estoy comiendo mejor que nunca. Suelo despachar el desayuno en un cuarto de hora o menos, y el otro día me gasté hora y media. Cocinar se convierte en otra ceremonia de la soledad.

Por suerte, estoy escribiendo. Llevo dieciséis versiones de Mester de brevería. Compartí la catorce, con veintinueve textos y treinta y nueve páginas. La ofrecí en FB a quien me escribiera y el envío me ha mantenido bastante ocupado. Basta un gesto y la gente responde, muy agradecida. En realidad, el gusto es mío. Es todo un placer esta preciosa oportunidad de hacer algo por los demás. Los textos son míos y no tengo el libro comprometido con ninguna editorial. Puedo darme el lujo de compartir este regalo.

Esta mañana en Letralia publicaron cinco textos: "Susana", "La tía Teodora", "Reproches", "Vida conyugal" y "Metamorfosis". En Mester de brevería subí "Viuda feliz". Y mañana, en De otros mundos, "Conversación", "Cobarde" y "Oficios de sangre".

Sigo con Mester de brevería. Ediciones Gato Negro, que ahora es de Alejandra, hará una edición de papel de cuarenta y ocho páginas con treinta y dos textos que venderemos después de la cuarentena. Se trata de la versión 16. Ya están montando la prueba, que revisaré mañana o pasado. Ahora estoy escogiendo y revisando los once textos de la siguiente versión: nos iríamos a sesenta páginas en Ediciones Gato Negro si se hiciera una edición de papel. Cada cuadernillo consta de doce páginas. El asunto es que en el epílogo de la versión 14 tuve que eliminar unas líneas sobre "La tía Teodora" por cuestión de paginaje, y como pienso recuperarlas hay que tener en cuenta una extra en las siguientes ediciones.

Siguen pasando cosas. La Bronco y la Explorer se quedaron sin batería, la una en el garaje y la otra en la calle. No hay lío: ni los ladrones volvieron. Con tantos autos varados, los mecánicos se van a ver a gatas después de la cuarentena. El cabello sigue creciendo y los encuentros amorosos se siguen postergando. Estamos más virtuales que nunca.

De pronto, me he dado cuenta que hace veinte años murió mi madre. Qué tormentosos serán estos días para que el recuerdo haya tardado tanto en aparecer. Vivía en esta misma casa entonces. Todos sus hijos seguimos con vida. Nos vemos poco. O no nos vemos. Cada quien en lo suyo. No hay duda, unos más pronto que otros, unos con más dolor que otros, pero todos nos hemos acordado de la mujer maravillosa que fue nuestra madre.

Qué mes tan largo, y los que siguen serán todavía más.

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