miércoles, 10 de noviembre de 2021

Casa de citas / Hubert Selby / La habitación

 



Hubert Selby
LA HABITACIÓN

Era consciente de la oscura quietud en el corredor. Sabía que no había nada que ver y pese a ello seguía perforando con mirada fija el reflejo de su rostro en el ventanuco. El corredor medía sólo dos metros de ancho y la pared de enfrente era apenas visible. Leyó los letreros de las cestas para la ropa sucia: camisas azules, pantalones azules, sábanas, toallas de ducha, toallas de mano. A duras penas podía leer los dos últimos a fuerza de apostarse contra el cristal y apurarse hacia un lado. Volvió a leerlos de izquierda a derecha, primero desde el centro del cristal para luego ir escorándose hacia la izquierda, forzando la vista hasta leer el último letrero. Camisas, pantalones; podía recitarlos sin problemas. Cerró los ojos. Toallas de mano, sábanas, toallas de baño… No se molestaba en comprobar si los enumeraba por orden. Estaba convencido de que no se equivocaba.

Dio la espalda a la puerta maciza y cerrada y se miró al espejo sobre el lavabo. Ahora que sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad podía verse la cara con nitidez, incluso una pequeña mancha roja que le afloraba en la mejilla. Se acercó al espejo y la recorrió con la yema de los dedos. Un grano incipiente. Comenzó a apretar, luego bajó las manos. ¿Para qué molestarme? Ya rasgará la piel. Esperaré a que asome la cabeza… si no desa-parece antes. Quién sabe, tal vez lo haga, y se pasó de nuevo el dedo. Dejó de hurgarse y retrocedió levemente para contemplarse mientras entornaba los ojos hasta el estrabismo y fruncía el ceño hasta que toda la cara se le arrugaba.

Se encogió de hombros y fue a sentarse al borde del catre. Sabía que la luz en el cuarto era tenue comparada con la luz del día, con todas las lámparas del techo encendidas, pero aún así creyó percibir la misma claridad. Es obvio que tan sólo parecía ser así, aunque si algo parece ser así, es que es así, ¿no? Entonces ahora mismo hay tanta claridad aquí dentro como en una playa soleada y punto.

Pero sabes que no es así. Sabes que sólo lo parece, y da esa impresión simplemente porque te has acostumbrado a ello. Y cuando enciendan las luces habrá tanta claridad que no podrás siquiera abrir los ojos del todo, entonces, al cabo de un rato, te parecerá que siempre ha sido así, hasta que vuelvan a apagar las luces y dejen sólo las de noche encendidas y de pronto todo se torna muy oscuro, hasta que te acostumbras y luego la claridad regresa tan insoportable como antes. Es siempre igual: te habitúas a algo y entonces ese algo cambia. Te habitúas a otra cosa, y esa otra cosa también cambia. Una y otra vez. Siempre igual.

En fin, al diablo con eso. De todas maneras no tiene importancia. No está oscuro y yo no tengo tanto sueño. Pude haber prescindido de la siesta esta tarde. Si tuviera algo para leer podría cansar un poco la vista y quedarme frito. En el fondo da bastante igual que duerma de día o de noche. Es lo mismo. La misma cantidad de tiempo tiene que pasar cada día y cada noche. Las mismas veinticuatro horas. Cierto que mientras más duermes más rápido pasa el tiempo. Igual que en nochebuena cuando eres niño y no puedes esperar al día siguiente para ver qué te ha traído papá noel. Sabes que amanecerá en cuanto te duermas. Es todo lo que hay que hacer: dormirse para luego despertar, saltar de la cama y listo, a arrancarle el papel a los regalos bajo el árbol. Qué difícil era dormir también entonces. Aun sabiendo que en cuanto te durmieras llegaría la mañana, sin importar lo distante que ésta estuviera. Y tú ahí pensando: duérmete y será por la mañana. Era tan difícil dormir. Pero el tiempo pasaba y acababas por dormirte, por fuerza. Y resultaba igualmente difícil conciliar el sueño cuando ya sabías de la inexistencia de papá noel.

Título: La habitación | AutorHubert Selby Jr. | Traducción: Daniel Ortiz Peñate | EditorialEscalera | Colección: Precursores Nº: 5 | Género: Narrativa | Páginas: 272 |



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