jueves, 26 de septiembre de 2024

Una entrevista / Brigitte Bardot

 




Brigitte Bardot: la entrevista que sorprende a pocos días de cumplir sus 90 años. “Preferiría tener 20″ 

“¡Está lloviendo a cántaros, y tengo todo mi correo por abrir!” A pocos días de cumplir 90 años, Brigitte Bardot, ícono del cine mundial, habló con la AFP desde Saint-Tropez, en el sur de Francia, sobre su vida y sus combates.


La estrella francesa, que dejó el cine hace medio siglo y que ha provocado muchos comentarios por sus opiniones y su apoyo a la extrema derecha, se tomó veinte minutos para hablar con la AFP por teléfono. Bardot dedica toda su energía a la causa animal. Tiene una fundación a su nombre, que sigue dirigiendo y, aún espera en vida, ver la prohibición del consumo de carne de caballo.


AFP: El sábado 28 de septiembre es un día especial, celebrará su cumpleaños número 90...

Brigitte Bardot (B.B.): Se lo agradezco, pero estoy harta de ese cumpleaños. ¡Ya me cansé porque es un acoso, realmente estoy muy solicitada por todos lados! Afortunadamente, no cumplo 90 años todos los días


AFP: ¡Mucha gente piensa en usted!

B.B.: Es adorable, pero llega un momento en que hay que decir basta. ¡A veces me digo que preferiría tener 20 años!

La actriz en 1952 en Le Trou Normand. | Foto: Getty

AFP: Si tuviera veinte años, la veríamos de nuevo en el cine

No, ¡eso se acabó! Estoy muy contenta de haber llegado a una edad tan avanzada.


B.B.: ¿Cómo se siente a esta edad?

Realmente no pienso en ello. Para mí, todos los días son iguales… Los afronto con la misma facilidad que antes. (…) Veo pasar el tiempo y me parece que todo va muy bien.

Brigitte Bardot por Willy Rizzo (Photo by Foc Kan/WireImage) | Foto: 2023 Foc Kan

AFP: ¿Qué es lo que la hace sentir bien?

B.B.: Yo diría más bien qué es lo que me hace sentir mal… Por ejemplo, los animales: las cosas no mejoran. Lo que me hace sentir bien es mi forma de ver la vida, de interesarme en la naturaleza, de huir de la humanidad. Huyo de la humanidad y tengo una soledad silenciosa que me sienta muy bien.

AFP: ¿Cuál sería su regalo de cumpleaños más bonito?

B.B.: El regalo más bonito que podría haber recibido, después de 50 años de súplicas a gobiernos y presidentes, sería la abolición del consumo de carne de caballo. Cuando dejé el cine fue lo primero que pedí. Que no se matara ni se comiera más caballos en Francia. ¡Pues no he recibido nada! Habría sido para mí un regalo maravilloso.

Brigitte Bardot (Photo by Franco Origlia/Getty Images). | Foto: 2020 Franco Origlia

AFP: ¿Todavía cree que verá esa prohibición en vida?

B.B.: Llevo 50 años gritando y no me dan nada. No tengo tiempo de esperar otros 50 años.

AFP: ¿Está decepcionada con el mundo político?

B.B.: Estoy decepcionada de que nadie haya, al menos, tenido la idea de hacer algo. Ha quedado en el olvido (…). Me gustaría tener un resultado antes de dejarlos a todos ustedes, definitivamente. ¡Lo merezco!

Brigitte Bardot por Philippe Letellier (Photo by Foc Kan/WireImage). | Foto: 2023 Foc Kan

AFP: La percepción de los franceses sobre los animales está cambiando…

B.B.: Por parte de los franceses es magnífico. Han escuchado, me han apoyado. Son formidables. Me escriben cartas que me hacen sentir muy bien. Les agradezco infinitamente el ánimo que me aportan.

AFP: Para ellos, sigue siendo un ícono del cine de los años 60. ¿Qué recuerdos guarda de esa época?

B.B.: Pasé la página hace más de 50 años. Estoy muy orgullosa de la primera parte de mi existencia, que logré y que ahora me permite tener una notoriedad mundial que me ayuda mucho en la protección de los animales.


AFP: Si pudiera volver a hacerlo, ¿haría la misma carrera?

B.B.: No me hago preguntas. Hay cosas más importantes en la vida, y una vez que está hecho, hecho está.

AFP: ¿No siente ansiedad por el futuro?

B.B.: Vivo día a día, y así me va muy bien. Tomo las cosas como vienen.

AFP: ¿La vejez es como la había imaginado?

B.B.: A mí no me importa la vejez. ¡Ni siquiera la vi llegar! No la siento.

AFP: ¿Una última palabra sobre Paul Watson, activista defensor de las ballenas, detenido en Groenlandia?

B.B.: Es un problema gravísimo que me hace sufrir mucho. ¡Le están haciendo sufrir una injusticia flagrante! Noruega, Islandia y Japón contradicen la moratoria (sobre la caza de ballenas) firmada por todo el mundo. ¡Y es Paul Watson quien está acusado! ¡Es increíble!

*Entrevista de la AFP.

SEMANA


miércoles, 25 de septiembre de 2024

Un libro / Las fantasías sexuales de Gillian Anderson

 



Las fantasías sexuales de Gillian Anderson

La actriz recopila y presenta cartas anónimas sobre sexo de cientos de mujeres de todo el mundo en ‘Quiero’, un libro que incluye un escrito de la propia actriz… aunque se niega a decir cuál


MARITA ALONSO
19 SEPT 2024 - 22:30 

Cuando la televisión estaba repleta de sonrientes y espectaculares mujeres rubias que presumían de curvas, Gillian Andersonse convirtió en la rara avis de la pequeña pantalla dando vida a Dana Scully, la agente del FBI que en Expediente X hizo de la seriedad un personaje mucho más normal que paranormal de la serie. Casi dos décadas después, su papel como terapeuta sexual en la aclamada Sex Educationconvirtió a la actriz en una abanderada de la sexualidad también fuera de la serie, pues hizo de sus redes sociales un canto a la sexualidad y acudió a los Globos de Oro, nominada por su papel en la serie de Netflix, enfundada en un vestido de Gabriela Hearstcon sutiles bordados de vulvas.


Gillian Anderson

Gillian AndersonSASHA GUSOV (RETRATO), EDICIONES TEMAS DE HOY


Tras haber fundado la marca de bebidas healthy G Spot, orientada a buscar el bienestar de las mujeres, ahora lanza Quiero (Temas de Hoy, 2024). “Se trata de un libro que recoge las cartas de cientos de mujeres de todo el mundo que comparten sus fantasías más profundas. Presentado por mí, junto con mi propia carta anónima, Quiero revela lo que piensan y sienten las mujeres sobre el sexo cuando tienen la libertad de ser totalmente ellas mismas”.

En el libro, la actriz recoge sin filtros las cartas anónimas de cientos de mujeres cuyas realidades son tan heterogéneas como las de una mujer sij que escribe acerca del secreto deseo que siente por su cuñado, una mujer blanca británica que desea que la besen “como es debido” por última vez, una hispano-judía asentada en Bangladés a la que le excita el pomo de una puerta y una mujer apache que escribe acerca de cómo ansía ser adorada como una criatura divina… Y esos son tan solo algunos ejemplos.

El formato se inspira en Mi jardín secreto(Ediciones B, 1993), la antología de secretos sexuales que Nancy Friday recopiló a través de entrevistas y correspondencia. La obra de Friday data de 1973 y contiene confesiones no exentas de historias de incesto y violencia sexual, algo que no ocurre en Quiero, un libro inclusivo en el que Anderson funciona como la llave que permite que los miedos y las fantasías más íntimas salgan a la luz. Reconoce que le daría pudor que la gente reconociera cuál de los escritos es el suyo, pero intentar averiguarlo es parte del morbo del libro.


EL PAÍS 



lunes, 23 de septiembre de 2024

Un libro / Lejos de Egipto, de André Aciman

 


Portada de 'Lejos de Egipto' (Libros del Asteroide, 2021), de André Aciman.

André Aciman: “Nada es estable, ni la nacionalidad, ni la religión, ni a veces la sexualidad”

El autor de ‘Call Me By Your Name’ habla de su obra con motivo de la publicación en español de ‘Lejos de Egipto’, su primer libro, un volumen memorístico que reconstruye su infancia en Alejandría


Carlos Primo
26 de diciembre de 2021

En una escena de Call Me By Your Name(2017), de Luca Guadagnino, la madre de la familia protagonista lee a sus hijos –que hablan entre sí en italiano e inglés– un relato contenido en una traducción alemana del compendio renacentista Heptamerón de Margarita de Angulema. Ese multilingüismo cosmopolita y extremadamente culto es uno de los ingredientes que convierten la película en una fábula extravagante, casi utópica. Y, sin embargo, en la recientemente traducida Lejos de Egipto (Libros del Asteroide), André Aciman, el autor de la novela en que está basada la película de Guadagnino, recuerda una infancia exactamente así, de un niño que hablaba en francés con sus padres, en italiano con sus amigos, en ladino –español sefardí– con sus abuelas y en árabe con los empleados domésticos. Un mundo decadente, el de la Alejandría de los años cincuenta y sesenta donde transcurrieron sus primeros años de vida, y que trasladó al que fue su primer libro.

Aunque Lejos de Egipto llega en 2021 al público hispanohablante, su edición en inglés no ha dejado de reimprimirse desde 1994. “Cuando empecé, mi idea era escribir sobre una familia muy loca, pero lo cierto es que ya mi definición de familia es bastante extravagante”, recuerda Aciman por videoconferencia. “No creo que haya familias cuerdas, ni que las haya habido. Muchas familias simulan ser normales, pero no lo son. Además, a medida que escribía pensé que podía dar una visión interesante de la infancia de un chico judío en Egipto, un país que estaba volviéndose violentamente antisemita en las calles, en los hogares y, por supuesto, en las aulas”.

En Lejos de Egipto, la historia de esta familia de judíos italianos que viven en Alejandría y que se ven obligados a abandonar Egipto en los años sesenta está contada sin tintes políticos pero con un pulso cotidiano y costumbrista. Sus personajes son novelescos, pero reales: dos abuelas cuyo nieto denomina, respectivamente, como “la santa” y “la princesa”, un tío abuelo fascista que acaba trabajando como espía para los británicos durante la Segunda Guerra Mundial, un abuelo que no esconde su doble vida o una madre con problemas de audición que emplea a su hijo, el narrador del libro, como intérprete.

Cuando la publicó, a mediados de los noventa, Aciman ya vivía en Nueva York, y su visión de los hechos no gustó a todos los protagonistas por igual. “Mi padre, por ejemplo, me dijo que había hecho lo correcto, y que él era tal y como yo lo había retratado. A mi madre le dio igual y nunca lo leyó. Su hermana, sin embargo, me reprochó que escribiera que mi madre estaba sorda, casi como si me avergonzara de ello. A otro pariente no le gustó cómo había retratado a su padre, y dijo que iba a denunciarme. Le respondí que por favor lo hiciera, porque sería una publicidad estupenda”, recuerda Aciman. “Pero en general nadie protestó demasiado. Yo tampoco me inhibí al escribir. Conté las cosas buenas y malas tal y como habían sucedido, sin tapar nada ni hacer parecer a mi familia más cordial o sofisticada de lo que era. Me crie en una familia muy dura, con muchas ambiciones y muchas pretensiones. También con cierto esnobismo, y el esnobismo siempre es cómico. Así que fui lo más literal que pude. En Estados Unidos, en las últimas décadas se han publicado muchas memorias familiares de Oriente Próximo, y la mayoría están edulcoradas. La mía no. Yo quise retratar a mi familia tal y como era”.

Aciman se educó en francés pero escribe en inglés. Es uno de los choques culturales que se intuyen en un libro en el que la cuestión de la identidad judía es una suerte de bajo continuo: tarda en aflorar de manera explícita a la superficie del texto, pero es fundamental para entender su contexto. “Nací en Alejandría, donde no había una cultura dominante. Todo el mundo, en mi día a día, hablaba francés. El árabe era el lenguaje de la calle. Mis amigos italianos hablaban italiano, mis abuelos y mi padre hablaban ladino, y todas estas lenguas coexistían. Por eso no sé cuál es mi lengua verdadera. Siempre estaba flotando. Para mí eso es importante, no ser leal a una sola cultura. Ni siquiera tengo una nacionalidad de verdad. Ni religión. La mitad de mi familia es católica. Nada es estable: ni la nacionalidad, ni la religión, ni en ocasiones la sexualidad. Todo fluye”.


Sin embargo, le planteamos, el mundo de hoy no es el mismo de 1994, cuando Lejos de Egipto vio la luz por primera vez. En el clima actual, las cuestiones relativas a la identidad, las raíces, la nacionalidad y la propia cultura se examinan bajo una luz distinta. Un libro como este, que refleja lo que muchos considerarían una sociedad colonial, plantea retos y puntos sensibles. “Lo que intenté hacer fue mostrar un mundo que pertenecía a la era colonial, pero donde los no colonos se consideraban como tales”, responde Aciman. “En aquella época Egipto ya no era una colonia, pero estaba bajo influencia otomana. Los otomanos se consideraban europeos, y también los dueños de Oriente Medio. Eran muy arrogantes, y eso está en el libro, por ejemplo, en su modo de tratar a sus sirvientes árabes. Por eso traté de reflejarlo. Yo adoraba a los sirvientes, no porque fuese mejor persona que el resto, sino porque me gustaba estar en la cocina, escuchándoles hablar y decir tacos. Estaba más cómodo en la cocina que con los adultos de mi familia”. El Egipto del que la familia de Aciman huyó fue el de Nasser, que desde 1956 emprendió un proceso de expulsión de los judíos y confiscación de sus propiedades recrudecido especialmente a partir de las guerras con Israel en los años sesenta. Exiliado, el escritor cuenta que regresó hace tres décadas a Egipto y sorprendió a un taxista con su dominio del árabe. “Me preguntó que por qué hablaba árabe, y le dije que yo había nacido allí. Y me preguntó que por qué me había marchado. Le pregunté que si me estaba tomando el pelo: su presidente me había expulsado. No he vuelto. Adoro a la gente, el país, la comida. Es un lugar maravilloso pero no me siento tan seguro allí como para regresar. Me invitan mucho, pero siempre lo rechazo”.

Aciman responde a la entrevista desde su despacho neoyorquino. Aunque Lejos de Egipto supuso su puesta de largo como narrador, medio mundo lo conoce como el autor de Llámame por tu nombre (2007), una historia de amor, de iniciación y de salida del armario cuya fama planetaria se disparó una década después, con la adaptación cinematográfica de Luca Guadagnino y el despegue, catapultado a la fama, de su protagonista, Timothée Chalamet. Aciman, asegura, lleva estupendamente lo de ser “el autor de Call me by your name”. “Lejos de Egipto siempre ha funcionado bien, pero Llámame por tu nombre es otra cosa. Su público es universal. Lo leen jóvenes, viejos, personas de todos los países. Y la película, que además es muy buena, lo cambió todo y lo convirtió en superventas”.

La historia de amor estival entre Elio y Oliver es ya un clásico LGTBI por parte, curiosamente, de un autor cuya obra no se enmarca en el activismo: el propio Aciman, heterosexual, padre de familia con tres hijos, escapa a ese modelo. “Es complicado, pero no tanto como parece”, contesta cuando le preguntamos por esta dimensión política. “Escribes un libro y gusta a mucha gente. Es una historia de amor, sí, pero también es una historia gay, y no quiero omitir esto de ningún modo. Llámame por tu nombre es una historia de amor gay. Por ejemplo, a mucha gente le encanta el discurso del padre, y lo curioso es que mi padre podría haberlo pronunciado perfectamente. La novela ha emocionado a muchas personas LGTBI que ya son mayores y no han podido vivir con libertad. Y también ha emocionado a personas muy jóvenes, que esperan poder vivir como personas LGTBI. Eso es muy importante. A fin de cuentas, es un libro sobre la libertad, y sobre cómo vivir de manera sincera. En ese sentido, di al personaje de Elio padres completamente tolerantes, y eso es raro para mucha gente. El momento de salir del armario es muy difícil, tan difícil que algunas personas nunca llegan a hacerlo. Pero es necesario. Y el libro ha animado a muchas personas a salir del armario con su familia. A su vez, esas personas han recomendado el libro a sus padres, para mostrarles que una historia de amor gay no es tan distinta a lo que ellos mismos han vivido como heterosexuales. Dicho esto, no escribí este libro con un objetivo político. No me interesa la política, y el único valor en el que creo firmemente es la tolerancia. Mi salida del armario consistió en contar que era judío”.

EL PAÍS



domingo, 22 de septiembre de 2024

Un libro / Oso, de Marian Engel

 

(Bella reseña de una novela extraordinaria, “Oso”, la obra maestra de la canadiense Marian Engel. Total y absolutamente recomendada. Manjar de dioses. Una obra inagotable, como bien dice otra escritora canadiense, Claire Cameron, después de tres lecturas.)

“BEAR”, MUCHO MÁS QUE SEXO CON UN OSO

La novela clásica de Marian Engel, publicada por primera vez en 1976, es una obra breve, elegante e inagotable


***

Para una adolescente que quería entender el sexo, los años ochenta, en Canadá, eran una tierra vasta y estéril. No había Internet disponible; las películas tenían restricciones de edad en los cines y estaban editadas con mucha prudencia cuando se emitían en televisión. Las escenas de sexo que conseguí ver estaban casi siempre presentadas desde el punto de vista de un hombre. Las revistas para mujeres estaban llenas de consejos sobre cómo parecer más atractiva. Me costaba entender cómo pulir mi exterior podía llevarme a algún tipo de satisfacción interior.


En las novelas encontré perspectivas más variadas. Mis amigos y yo preferíamos los libros con descripciones del sexo que reconocieran nuestra biología y proporcionaran una especie de educación práctica. Se trataba de los libros de bolsillo muy usados ​​que circulaban con las esquinas dobladas para marcar las mejores páginas. Cuando cumplí catorce años, había leído la mayoría de los textos básicos, empezando por la obra de Judy Blume , pasando a “ Flores en el ático ” y a los asuntos más primarios de “ El clan del oso cavernario ”. Entonces, un día, una amiga de mi hermana se acercó y me susurró la trama de otro libro: un libro, dijo, sobre una mujer que tiene sexo con un oso.





***


Era el año 1987, en pleno invierno. Encontré en la biblioteca un ejemplar de “Bear”, de Marian Engel, y me lo llevé a casa, a mi dormitorio, para leerlo. Apreté las páginas casi con nerviosismo, con un jersey que me picaba, los dedos húmedos y la cara caliente. El radiador crujía. Traté de entender cómo podía funcionar el coito con un oso.


“Bear”, una novela breve, había sido publicada más de una década antes. Trata sobre una archivista solitaria llamada Lou, que vive en Toronto y es enviada por algo llamado el Instituto Histórico a una isla remota en el norte de Ontario, para catalogar la biblioteca de un excéntrico soldado del siglo XIX convertido en magistrado, el coronel Cary, cuya descendiente, una mujer también llamada coronel Cary, donó la propiedad al instituto antes de morir. Junto con montones de libros y papeles, Cary también ha dejado atrás un oso. Lou cuida del animal. Lo alimenta, lo lleva a nadar y comienza a anticipar sus necesidades. Tienen sexo. “Una lengua gorda, pecosa, rosada y negra”, escribe Engel. “Lamía. Raspaba, hasta cierto punto. Sondeaba. Se sentía muy cálido, agradable y extraño”.


La bestialidad no me preocupaba: los hombres y los osos, en aquella época, habitaban por igual el reino del mito. Mis nociones de sexo eran estrechas y mi mente simplemente le asignaba al oso el papel que yo imaginaba que debía desempeñar una pareja. Recuerdo que me preguntaba si lamer y tocar se consideraba sexo. Las partes humana y de oso no encajaban del todo y Lou debía hacer todo lo posible por participar. Honey está involucrada. Se toca a sí misma. La mirada de Engel se centra en la vida interior de Lou, en su experiencia. La novela me susurró sobre lo que la estimulación podría hacer por una mujer. Lou abandona la isla renovada.




*** 


Casi dos décadas después, estaba intentando escribir mi primera novela. Había dado a luz unos meses antes y la mayoría de mis pensamientos giraban en torno a lo difícil que era pensar cuando se estaba privado de sueño. La concentración se desbordaba en oleadas que parecían alucinaciones. Mis momentos más productivos habían llegado cuando hice una lista de razones para dejar de escribir.


Una noche, demasiado cansada para dormir, decidí leer. Cogí “Bear”, que no había leído desde que tenía catorce años. Cualquier cosa más sustancial (un buen libro de tapa dura, por ejemplo) parecía amenazante. Y la trama, tal como la recordaba, parecía manejable. Una mujer va al norte, tiene relaciones sexuales y regresa. Dos direcciones eran todo lo que podía manejar.


Dejando a un lado mi breve introducción al libro, ya sabía que “Bear” tenía un prestigioso pedigrí literario. Marian Engel, que murió en 1985, dos años antes de que yo conociera su obra, era una escritora establecida cuando se publicó “Bear”. Margaret Atwood y Engel formaban parte de una generación de escritores canadienses que ayudaron a demostrar que se podía escribir en inglés de calidad en lugares distintos de Londres o Nueva York. “Bear” ganó el Premio Literario del Gobernador General, uno de los premios más prestigiosos de Canadá. En su reseña, The Times describió el libro como “sobrio, irónico y totalmente extraordinario”.


Cuando lo recogí esa noche, las palabras no se arremolinaban ni daban vueltas, como parecía hacer el resto del mundo; se quedaron quietas y me invitaron a entrar. Esta vez, se leía como una elaborada fantasía sobre una mujer que se libera para centrarse en sí misma. Lou describe su vida en la ciudad como insulsa. Sobre el tiempo que Lou pasó con un antiguo amante, Engel escribe: “La amaba mientras los calcetines estuvieran doblados”. Lou tiene una aventura con su jefe, que continúa simplemente por costumbre. Se va al norte siguiendo una orden del instituto, pero, cuando deja atrás la civilización, su vida se abre. Hace un balance del lugar, la casa, los libros, “su reino”. Nada. Camina. Su cuerpo se broncea y se fortalece; pasa por una especie de reintroducción en la naturaleza. El oso cautivo hace lo mismo. Cuando van a nadar y él tira de la cadena, Lou interpreta esta pequeña rebelión como “un regreso a la vida”.


Releí las palabras de Engel y encontré lo que necesitaba. Me di cuenta de que “Bear” es una historia sobre cómo la posición social puede suprimir el deseo individual, una experiencia que comparten la mujer y el oso. Se trata de lo que sucede cuando Lou se despierta. A la mañana siguiente, me puse a trabajar.




***


Pasaron otros trece años. Estaba en medio de una investigación. Había estado limpiando mi oficina y encontré una colección de archivos sobre un ataque de oso que había ocurrido en 1991, cerca de donde trabajaba en ese momento. En un raro ataque fatal contra humanos, dos campistas habían sido asesinados por un oso negro, que había devorado parcialmente los cuerpos de las víctimas, mientras que dejó su comida intacta. Ya había escrito una novela basada libremente en el ataque, pero, al revisar los viejos recortes, me di cuenta de que había quedado mucho sin respuesta sobre el caso. Quería llenar los vacíos.


Conduje hacia el norte, hacia la zona de los osos, para entrevistar a un biólogo de la fauna salvaje en una sala llena de cráneos de animales, collares de radio y una vasta colección de semillas que se habían encontrado en excrementos de osos. Tenía un carácter relajado y nos reímos de nuestras extrañas colecciones de DVD sobre osos. Hablamos de que los humanos rara vez ven a los osos con claridad; nuestras ideas sobre ellos (como peluches, mascotas de equipos, bestias feroces) son imágenes en un espejo. El biólogo estaba preocupado por cómo escribiría sobre el oso en mi historia. ¿Lo demonizaría?


Después de la entrevista, me registré en un motel. Cogí el ejemplar de “Bear” que había metido en mi bolso. Una edición de bolsillo mostraba la espalda de una mujer con cuatro cicatrices ensangrentadas en la portada, que marcan el punto de inflexión en la relación de Lou con el oso.


Crecí en Canadá, como Engel, descendiente de colonos europeos. La gente como yo tiene una historia de contar ciertas historias sobre el Norte: que es un lugar salvaje, vacío, esperando ser descubierto. Estas historias dan a los colonos, y a sus descendientes, permiso para tomar las cosas que encuentran: tierra, árboles, pieles de castor, culturas enteras. Recordé “Bear” como un libro sobre una mujer que conduce hacia el norte para hacer un descubrimiento interior. ¿Qué tipo de historia había contado realmente Engel? ¿Qué tipo de historia estaba contando yo?


Esa noche leí una historia sobre una mujer que cruza la línea entre la realidad y el mito. Lou pertenece a un pueblo que se define a sí mismo apartado del desierto, que vive dentro de una imaginación colonial. Los libros que Lou está catalogando, en la biblioteca del coronel Cary, han sido obtenidos de varios lugares para crear un “reino insular, protegido por los libros”. Lou sabe que puede pintarle al oso la cara que quiera, y que sentirse amada por él es su invención. Busca su lugar en el desierto en un intento de redescubrirse a sí misma. “Oso”, dice, “haz que por fin me sienta cómoda en el mundo. Dame tu piel”.


Cuando el oso le clava las garras en la espalda a Lou, esta se despierta a la mañana siguiente y descubre que todo parece diferente. Lou se mira al espejo y ve “no la marca de Caín”, sino heridas. La casa, con todos sus libros, “ya ​​no es un símbolo, sino una entidad”. El oso es un oso.


La novela es una fábula contada a la manera del realismo. Engel se atreve a imaginar un arco erótico elegante y plausible para una relación entre un humano y un oso. Y luego destroza el mito. El lector tiene que preguntarse: ¿por qué lo creí? Después de leer el libro por tercera vez, tuve otra pregunta sobre mi investigación en la vida real. ¿Con qué claridad estaba viendo al oso?


“Un clásico es un libro que nunca ha agotado todo lo que tiene que decir a sus lectores”, escribió Italo Calvino. De vez en cuando, “Bear” es descubierto por nuevos lectores, algunos de los cuales se quedan boquiabiertos ante sus diversas portadas o se preguntan qué hacen los canadienses durante los largos inviernos. Quienes se sienten a leerlo encontrarán una historia sensual y feminista que cuestiona sus propios fundamentos. Lo volveré a leer dentro de quince años más o menos; para entonces, mi relación con el libro habrá durado casi medio siglo. Sé que “Bear” tendrá más que decir.


Claire Cameron

The New Yorker

5 de abril de 2021



sábado, 21 de septiembre de 2024

Casa de citas / André Aciman / “Escribí Llámame por tu nombre en tres meses y medio

 

André Aciman


André Aciman

“Escribí Llámame por tu nombre en tres meses y medio”


Pertenezco a ningún lugar, no tengo ninguna nacionalidad real. Nací en Turquía pero nunca fui turco; viví en Egipto pero nunca fui egipcio; adquirí la nacionalidad italiana pero nunca he sido realmente italiano y soy americano pero no lo soy. Hablo francés en casa, crecí hablando francés y, sin embargo, hasta los 15 años no fui a Francia. Así que todo es artificial: la nacionalidad, la religión también porque nací judío pero nunca lo he sido, me convertí al protestantismo pero nunca fui un protestante. Y así con todo.

***

Puedo escribir en francés, en italiano y en inglés. Diría que el 99% lo escribo en inglés. Mis notas son básicamente en italiano y a veces en francés. Y mi diario lo escribo en italiano.



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Escribí “Llámame por tu nombre” durante un verano. En tres meses y medio. Y lo escribí un verano muy muy caluroso en Nueva York, donde estaba atrapado, no iba a viajar a Italia ese verano. Estaba sentado en Nueva York, lo escribí cada día, me sentía consumido por la historia. Después de que se publicó fue muy bien recibido. Comenzaron a traducirlo a otros idiomas, llegó a mucha gente y después llegó la película.

***

Albert Cohen es un escritor al que ya no leemos mucho, pero que tuvo mucho éxito con “Solal”. “Bella del señor” es su mejor novela, pero también es la más difícil, la que más exige al lector. Lo que me gusta en Cohen es la observación de los detalles emocionales. Son perfectos, son como una sinfonía que no frena, no para. Se parece un poco a la idea de lo que me gustaría que fuesen mis libros. Puede que Cohen empleara más el humor y la farsa para ahondar en sus personajes y en sus motivaciones. De mis libros, “La huida de Egipto”(publicado por Norma Editorial, 1998) es el que tiene más ver con eso.

***

Una vez le propuse a mi agente publicar algo como anónimo y se rió de mí. Todo el mundo reconoce mis temas y todavía no he decidido si es o es bueno o malo. Ojalá pudiera escribir historias con helicópteros y explosiones


viernes, 20 de septiembre de 2024

Casa de citas / Abelardo Castillo / La poesía

 



Abelardo Castillo

LA POESÍA 


Desconfío de los escritores que no empezaron haciendo versos. Leopoldo Marechal solía recordar que, para Aristóteles, todos los géneros de la literatura son géneros de la poesía, y Ray Bradbury aconseja leer todos los días un poema antes de ponerse a escribir un cuento o una novela. Todo escritor verdadero es esencialmente un poeta. Ser poeta no significa escribir en verso, ni el puro acto mecánico de versificar garantiza la poesía. Cuando uno dice "poeta" piensa en Góngora, en Machado, en Lorca, en Neruda, en Vallejo. Son, digamos, poetas en estado puro. Pero hay otro tipo de escritor que llega a los versos a través de la prosa, como Borges, como Quevedo, incluso como Poe. Y hay todavía un tercer tipo, el gran prosista, que no puede escribir versos, aunque seguramente empezó haciéndolo en su adolescencia. William Faulkner le confesaba a Jean Steen: "Soy un poeta malogrado. Quizás todo novelista quiere escribir primero poesía y descubre que no puede, y entonces intenta escribir cuentos, que es la forma más exigente después de la poesía, y, al fracasar, sólo entonces se dedica a escribir novelas". 

La poesía no es una manera de escribir, es más bien un modo de vivir, de percibir el mundo.




jueves, 19 de septiembre de 2024

Un libro / Una tienda en Chicken Hill, de James McBride






Una tienda en Chicken Hill

James McBride
Traducción de Juan Trejo
Tusquets, 2024
400 páginas, 22,90 euros


‘Una tienda en Chicken Hill’, de James McBride: una oda a la comprensión

Este ‘best seller’ merecedor de su éxito posa la mirada sobre la convivencia armónica en una localidad pobre de Estados Unidos

LEONARDO PADURA
18 SEPT 2024 - 22:30 


La experiencia —las malas experiencias, en realidad— me ha hecho desconfiar de los cantos de sirena que emiten los inventarios de best sellers de las publicaciones estadounidenses, encabezadas por la consagratoria lista de The New York Times


Muy recientemente, esa desconfianza se potenció con la publicación del catálogo de los 100 libros más importantes de lo que va del siglo XXI realizado por el prestigioso diario neoyorquino a partir de las votaciones de intelectuales de ese país. El recuento dio como resultado que la novela La amiga estupenda, de Elena Ferrante,podía ser considerada la mejor de las publicadas (en inglés o traducidas al inglés) en lo que va de milenio. Si tal consideración fuera posible (¿cómo medir que un libro es mejor que otro y categorizarlo así?) y esa novela mereciera semejante distinción, pues creo que deberíamos huir despavoridos. Sin pretender el vacuo ejercicio de comparar calidades, solo proponiendo recordar, podríamos anotar que a estas alturas del transcurso del siglo pasado ya Joyce había publicado Ulises; Thomas Mann, La montaña mágica; Proust, varios episodios de En busca del tiempo perdido, y Kafka había muerto sin destruir sus escritos inéditos para que, gracias a la infidelidad de su albacea, hayamos podido leer El proceso El castillo. Parece palmario, y no solo por la desproporcionada exaltación de Ferrante, sino por el contenido total del inventario (y sus ausencias), que la categorización que ese listado nos ofrece de lo mejor que ha entregado la literatura del siglo resulta, cuando menos, alarmante.

Por eso, cuando me recomendaron la lectura de la novela de James McBride Una tienda en Chicken Hill (The Heaven & Earth Grocery Store, publicada en 2023) y leí los resultados de sus éxitos de venta (más de un millón de ejemplares) y los comentarios que ha provocado su lectura (considerado el libro del año para The Guardian, The New Yorker, The New York Times, Time, The Washington Post, las librerías Barnes & Noble y Amazon y… hasta para el Oprah Daily) entré en la obra con la necesaria cautela.

Los elementos del libro son una época caótica, unos personajes entrañables y un espacio de discriminación

Cierto es que en mucho me ayudaba a asumir el riesgo la información del trabajo previo del autor, galardonado en 2013 con el National Book Award por su novela El pájaro carpintero, y el hecho de que otras dos de sus obras hayan sido llevadas a la pantalla por un cineasta tan heterodoxo como Spike Lee. Y así, con suspicacia y curiosidad le tendí la mano a McBride y entré con él en el mundo de ese pueblucho llamado Chicken Hill, municipio de Pottstown, Pensilvania.

La aventura que comienza entonces con la aparición en 1972 de un viejo esqueleto y una joya ritual judía en un pozo cerca de donde estuvo la desaparecida sinagoga del pueblo y que salta a un pasado de 1936 cuando en ese sitio misérrimo vivían familias de emigrantes judíos y de afronorteamericanos, desde los primeros párrafos comienza a cobrar los colores de la buena literatura.

Retrato del autor James McBride.
Retrato del autor James McBride. CHIA MESSINA (TUSQUETS)

Una época caótica, unos personajes entrañables y esquivos, un espacio en donde la pobreza, la discriminación (racial, religiosa, económica) y los prejuicios arman su férrea estructura social son los elementos que sirven a McBride para realizar un ejercicio de inmersión en la vida norteamericana del momento y el escritor lo hace armado con dos espadas: la de la pertenencia y el conocimiento (madre judía, padre negro), y con el empleo de una ironía que le permite evidenciar mejor las interioridades de esa realidad.

La novela tiene una línea dramática central urdida alrededor de cuatro o cinco personajes: el judío Moshe, dueño del pequeño teatro musical El Auténtico Americano; su bella esposa, Chona, desprejuiciada y bondadosa, que regenta la tienda de comestibles El Cielo y la Tierra; el negro Nate, hombre reservado, con un pasado turbio; el niño Dodo, negro y sordo. A su alrededor se mueve una verdadera galería de tipos más o menos típicos y estrafalarios, que van desde blancos que se dicen descendientes directos de los pioneros del Mayflower hasta judíos llegados de diversos rincones de Europa y negros estadounidenses de disímiles estalajes, sin que falten italianos, irlandeses y hasta pase por sus páginas (o por el teatro de Moshe) la banda cubana del maestro Mario Bauzá, Machito y sus Afrocubanos, para enloquecer a los bailadores judíos.

El autor plantea una contundente reflexión sobre el bien y el mal, sobre lo cierto, lo falso y lo injusto

El destino del niño Dodo marcará el rumbo argumental de la novela, aunque trabajando con una estructura en la que se adicionan con coherencia muy diversas historias de los personajes convocados. Pero el propósito de McBride no apunta tanto a la solidez de la trama como al sentido panorámico que quiere darle a su mirada sobre la vida en la pobre localidad de Chicken Hill, un microcosmos estadounidense. Así, penetrando en la psicología y el carácter de prototipos cuyas motivaciones, cultura y comportamiento conoce de primera mano, el novelista busca dejarnos con esos personajes, sus destinos y peripecias, una reflexión que va más allá del recuento de hechos: perfila el carácter de una época y sociedad.

Porque Una tienda en Chicken Hill es una hermosa y contundente reflexión sobre el bien y el mal, sobre lo cierto, lo falso y lo injusto, sobre la riqueza y la miseria, pero, sobre todo, habla sobre la posibilidad de que la comprensión y la convivencia armónica consigan establecerse entre los seres de nuestra especie, sean judíos o gentiles, blancos o negros, europeos o norteamericanos. Y, tras el destino del niño Dodo y la injusticia de que es víctima por su clase y color, la novela se eleva para convertirse en un canto a la tolerancia, una oda sobre la inclusión, el amor y la aceptación. Una tierna mirada sobre esas virtudes y valores que fueron tan necesarios en 1936 como lo son hoy. Y tratándose de una novela que con arte y humanismo nos conduce a esa reflexión, uno puede entender mejor que en las listas de best sellers actuales, este libro se encuentre en el sitio que por su calidad merece.





Pink Floyd / Cerdos volando

 


Cerdos volando


Carlos César Álvarez

Sobre la portada del álbum Animals de Pink Floyd.

En 1977 Pink Floyd publicaron el álbum Animals, inspirado en la obra de George Orwell Rebelión en la granja. Todos los temas del disco tenían nombres de animales, simbolizando cada uno a un tipo de persona. Por ejemplo, los cerdos representaban a los políticos, en general.

Pink Floyd: Animals

Esta es la historia de la célebre foto de la carátula:

«El cerdo gigante relleno de helio que se ve en la tapa sobrevolando la Battersea Power Station fue atado a la misma para realizar las fotos. Por esta razón, contrataron a un francotirador para que le disparara en caso de que el cerdo saliera volando, pero el segundo día de las tomas nadie le dijo que se presentara, e irónicamente una ráfaga de viento soltó el cerdo, por lo que, al no haber nadie que le disparara, salió volando en el cielo matutino. Un avión de pasajeros reportó el cerdo, haciendo que todos los vuelos del Aeropuerto de Heathrow de Londres fueran retrasados.» 

«Una leyenda dice que, una vez que el avión aterrizó, al piloto se le hicieron pruebas para ver si se encontraba ebrio. Un helicóptero policial fue enviado para seguir al cerdo, pero se vio forzado a regresar tras seguirlo a una altura de 5.000 p. Una advertencia fue enviada a otros pilotos de que había un enorme cerdo volador rosado suelto y volando en el área. La CAA perdió contacto con su radar cerca de Chatham en Kent, a una altura de 18.000 p, cuando volaba hacia el este, en dirección a Alemania. Finalmente cayó en el campo de un granjero, sin causar daño, aunque el granjero se quejó porque asustó a sus ovejas.»

Foto: Gaetan Lee, Wikipedia.

FUTURO PASADO