STANLEY KUBRICK Y SUS SÁDICAS MANERAS
En el invierno de 1979, Stanley Kubrick transformó un hotel vacío en el escenario de una de las películas más inquietantes del siglo: El Resplandor. Pero detrás del terror sobrenatural había otro, mucho más silencioso, que vivía su protagonista fuera de cámara.
Shelley Duvall interpretaba a Wendy Torrance, la esposa aterrorizada de Jack Nicholson. Kubrick, obsesionado con el perfeccionismo, decidió empujarla hasta el límite emocional. La hizo repetir una misma escena —la del bate, donde Wendy retrocede mientras su esposo avanza amenazante— 127 veces. Cada toma era una versión distinta de la desesperación, y cada día, Duvall terminaba más exhausta, llorando de verdad entre tomas.
Su cabello comenzó a caerse por el estrés. El equipo, siguiendo las órdenes del director, mantenía cierta distancia con ella para aumentar su sensación de aislamiento. Mientras Nicholson se divertía improvisando, Shelley enfrentaba un rodaje que se sentía como una prueba psicológica.
El resultado fue una interpretación que muchos consideran auténtica porque realmente lo fue: el miedo, el temblor de manos, la voz quebrada. Décadas después, Duvall recordaba ese periodo con una mezcla de orgullo y agotamiento. Kubrick nunca se disculpó, pero su método dejó claro algo perturbador: a veces el terror más real en el cine no está en la pantalla, sino detrás de ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario