Borges: Mi madre era un ser extraordinario. Yo debería hablar, ante todo, de lo buena que ella fue conmigo. Le voy a hacer una confesión: me siento un poco culpable de no haber sido un hombre feliz para darle a ella una felicidad merecida. Siento esa culpa; tal vez yo debería haber sido más comprensivo con ella. Pero no sé, supongo que todos los hijos, cuando muere la madre, sienten que la han aceptado como se acepta la luna o el sol o las estaciones del año y que han abusado de ella. Antes uno no se da cuenta. Mi madre era un mujer inteligente y amable, que creo que no tuvo enemigos.
Yo recuerdo que durante los duros años del peronismo, cuando yo fui expulsado de la presidencia de la Sociedad de Escritores, por negarme a poner el retrato de Perón, fuimos amenazados por un matón. El sujeto llamó a altas horas de la noche y lo atendió mi madre: «Yo voy a matarte a vos y a tu hijo», dijo una voz debidamente tosca y profesionalmente maleva. «¿Por qué, señor?», preguntó mi madre. «Porque soy peronista», agregó el anónimo individuo. Entonces mi madre le respondió: «Bueno, en cuanto a matarlo a mi hijo es muy fácil. Él sale todas las mañanas a las ocho para ir a su trabajo; usted no tiene más que esperarlo. En cuanto a mí, señor, he cumplido 80 años y le aconsejo que se apure si quiere matarme, porque a lo mejor yo me le muero antes».
Alifano: Una actitud admirablemente valiente, digna de doña Leonor...
Borges: ¡Qué lindo, además ese «yo-me-le-muero-antes»! ¿No? Es algo dicho de una manera bien criolla. Ahora, ¡qué tonta la amenaza! Bueno, en realidad, todas las amenazas de muerte son tontas y ridículas. ¿De qué otra forma se puede amenazar que no sea de muerte?
Lo inteligente, lo original, sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad...
— Jorge Luis Borges.
No hay comentarios:
Publicar un comentario