lunes, 1 de abril de 2024

Triunfo Arciniegas / Diario / La aventuras infinita

 

Ilustración de Juan Brufal


Triunfo Arciniegas
LA AVENTURA INFINITA
1 de abril de 2024

Hay lectores que no pueden con un libro y dan por hecho que el libro es malo. No siempre es así. Puede que no sea el momento, que el lector descubra el libro en las circunstancias menos favorables o que el malo sea el lector. Siempre hay que darle una nueva oportunidad al libro. Hay lectores soberbios que se creen superiores a los libros que rechazan y que suelen dar lecciones sobre cómo debió escribirse. No saben ni redactar y pretenden dar lecciones de escritura. Nunca tendrán la suerte de escribir un libro y van por el mundo buscando la oportunidad de destrozar los que encuentren. O han escrito libros pésimos y morirán sin saberlo.

Leer es un ejercicio de libertad. Abandonar un libro es parte del mismo ejercicio. Pero denigrar sobre lo que no se conoce es un acto de estupidez. No se puede juzgar un libro si no se ha leído. No se puede juzgar un libro por la biografía del autor como no se puede condenar a un autor por el comportamiento de sus personajes.

No he podido con Ulises, de Joyce, pero no he caído en la tontería de menospreciar la obra. Prefiero Dublineses, un libro delicioso, una maravilla. Cualquier crítico dirá que el primero es más importante, pero me interesa más el disfrute de la lectura. Por suerte no tengo que preparar una clase para universitarios ni me propongo escribir un ensayo sobre Joyce.

En esta vida le he hecho tres intentos a ese monumento llamado Guerra y paz. La última vez llegué a la mitad. Pero leí con regocijo Anna Karenina y La muerte de Iván Illich. Tolstoi es una exquisitez. Como el ruso es una de las lenguas que no domino, y de hecho no domino ninguna, me resigno con el consuelo de las traducciones, algunas de verdad espantosas. Alguna vez escribí sobre los atropellos cometidos con Guerra y paz.

He tenido más suerte con En busca del tiempo perdido. No he leído la obra de principio a fin, pero es una dulce compañía desde la misma adolescencia. He vuelto cuatro o cinco veces a las grandiosas doscientas páginas de Un amor de Swann. He ido de aquí para allá como supongo que han hecho otros lectores, de asombro en asombro.

Todo lo anterior no significa la ausencia del sentido crítico ni que todas las obras sean obras maestra. Sino que tal vez con menos soberbia y más humildad se obtengan mejores resultados. Tampoco es obligatorio leer todo el tiempo a los grandes autores, que a menudo requieren mayor esfuerzo. El poeta León de Greiff se pasaba el tiempo leyendo novelitas de vaqueros.

Frecuento autores que la crítica no consideraría fundamentales: Stephen King, George R. R. Martin, Mario Puzo. Para mí son importantes.

La lista personal de autores es otro de los derechos del lector. Una lista que cambia con frecuencia. Hay autores y libros que nos fascinaron en una época y ahora apenas soportamos. O lo contrario: libros y autores que crecen con el tiempo, con cada lectura. El reposo de un libro en un estante es aparente: se está transformando a una velocidad vertiginosa. Jamás se lee un libro dos veces, como nunca se atraviesa el río dos veces: ni las aguas ni las páginas son las mismas ni tampoco las personas que se sumergen en las aguas o las páginas.

La lectura es una aventura infinita y, por lo mismo, inagotable. Que suerte que así sea.





No hay comentarios: