Triunfo Arciniegas
El socialismo del siglo XXI
Cúcuta, 29 de noviembre de 2017
Cuántos venezolanos vendiendo aguacate en las infernales calles de Cúcuta. Cuántas venezolanas prostituyéndose en las noches cucuteñas. Cuánta gente pidiendo una moneda en un país ajeno, suplicando una empanada o un vaso de avena para calmar el desespero de las tripas, cuánta gente.
Tanto dolor como consecuencia de un experimento político. Tanto dolor debido a la terquedad de una corrupta clase política que pretende eternizarse en el poder. ¿Qué otras desgracias se necesitan para que el chavismo se aparte del poder?
¿Quiere usted algo así para Colombia? ¿Quiere un experimento político de esta naturaleza? ¿Quiere en el poder gente que viene de las armas y que pretendió el poder a sangre y fuego, gente que no le importa un muerto más y que le vale huevo la propiedad privada?
Entonces ojo con los chavecitos (léase Gustavo Petro) y ojo con los que citan a Bolívar (léase ex guerrilleros) como santo milagrero. "Dios y Marulanda", dijo uno de esos desgraciados en Cartagena de Indias, uno de los asesinos. Y no me lo contó nadie: lo vi por televisión. Dirán algunos que al menos tuvo la cortesía de nombrar primero a Dios.
Entonces ojo con los chavecitos (léase Gustavo Petro) y ojo con los que citan a Bolívar (léase ex guerrilleros) como santo milagrero. "Dios y Marulanda", dijo uno de esos desgraciados en Cartagena de Indias, uno de los asesinos. Y no me lo contó nadie: lo vi por televisión. Dirán algunos que al menos tuvo la cortesía de nombrar primero a Dios.
Lo único memorable de esa tarde infame en Cartagena fue el susto de muerte que tuvo el jefe guerrillero cuando vio el avión en el aire, en plena ceremonia, en pleno discurso. Seguramente pensó que le había llegado su hora. Por desgracia, no fue así.
Acuérdense que el presidente Santos ya le regaló el cargo de senador. Después de semejante historial de muertos y robos, de torres de electricidad y puentes derribados, de secuestros y narcotráfico, este asesino morirá de viejo, rico y con salario millonario, protegido por guardaespaldas pagados por nuestros impuestos. Peor aún: por el dinero de sus propias víctimas.
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