Triunfo Arciniegas
PIE
22 de diciembre de 2017
Llegué a España con sueño atrasado. En Barcelona dormí mucho y leí a Lucia Berlin. Caminé algunos días, sin dolor alguno. En París aguanté el trote. Estaba muy entusiasmado. Me acosté en el Lovre y por suerte nadie me dijo nada. Aún en Venecia y Bologna todo seguía bien. El dolor comenzó en Florencia. Tuve que hacer numerosas pausas y estuve sentado durante horas en una y otra parte, tomando fotos. Del final en Mallorca, una sola palabra: fatal. Fue un viaje de mes y medio, de un trote intenso. Volví a Colombia en abril y de alguna manera soporté el delirio de la Feria del Libro de Bogotá. Pero el mes y medio que pasé en México, desde finales de junio hasta principios de agosto, fue grave: el pie me echó a perder el placer de las caminatas. En el viaje de tres días que hicimos al Valle de las Piedras Encimadas, Araceli y Carlo se perdieron del mapa y Alejandra tuvo que adaptarse a mi ritmo. Eran ellos y nosotros. Eramos yo y mi pie izquierdo.
Desde entonces, desde mitad de año, no me he sentido bien. Termino las jornadas absolutamente rendido, sobre todo cuando he pintado. Porque pinto de pie. Octavio Escobar, en Manizales, me recomendó con toda razón que bajara de peso. Los medicamentos alivian el dolor por unas horas, y al día siguiente el mismo cuento.
Esta mañana acudí a don Antonio y me dijo: "Le tengo el remedio". Me envió al mercado a comprar una penca de tuna. En casa la puyé por ambas caras y la recorté según la forma del pie, siguiendo las instrucciones. Luego la colgué a la sombra y volví a la farmacia. Don Antonio frotó mi pie con un algodón y dijo sus oraciones. Debo acudir tres veces. Cuando la penca se sequé estaré bien.
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