sábado, 31 de mayo de 2025

Jaime Fernández / Abuelo Ernesto

 

Portrait of an old man
Fyodor Bronnikov

Jaime Fernández
ABUELO ERNESTO


Que murió de melancolía

dicen sus vecinos

Y me resisto a creerlo.


Hace solo unos días

se veía feliz

trasteando el pequeño carruaje

de tablas, latas y otros cachivaches

mientras recordaba los juegos de niño

sus primos, el hermano que se batió

en la guerra de los mil días

los cuentos de su padre

el olor a papa fresca

a tierra 

a cebolla.


Bajo su ruana florecía el amor

simple, sin pretensiones.


Volvían los días de largas caminatas

por los caminos de herradura

tras el eco del telégrafo

o de la bosta fresca del ganado.


Las muchachas que batían sus faldas

ondeando las montañas.

La conquista certera

la iglesia

el casorio

los hijos

el tiempo implacable

que trajo a los hijos de los hijos

con nuevas historias

y una nueva vida

exiliada del campo.


Entonces, una especie de celdas

en lugar de su amplia casa en la colina.

Unos zapatos que aprietan

y dificultan el paso libre

de sus huellas sobre la tierra húmeda

de la parcela.


Ahora pasa sus días

en el estrecho patio de ropas

de la casa de alguno de sus hijos

donde solo entran esquivos rayos de sol

y algo de nostalgia.


El abuelo habla solo

en voz alta

Saluda a sus primos,

a su hermano antes de partir para la guerra

a su padre

que regresa de largas jornadas

con azadón, hacha y machete.


Al atardecer

levantan todos sus vasijas

de barro, de vidrio o de totumo

y celebran con buena chicha

cerveza y aguardiente

hasta la pérdida total

del juicio y del conocimiento.


Su memoria

Transforma el patio de ropas

en bosques infinitos

en recurrentes sembradíos

En paso de bestias

en camino de muchachas en flor

acechadas desde los matorrales.


Una chupada profunda

a su chicote

le devuelve la imagen de la hermosa joven

con sonrisa de oro

que conquistó con una amorosa zancadilla

cerca del riachuelo.

La misma

que regresó con el tiempo

a abonar su tierra

luego de largos años

y muchos hijos compartidos.


El abuelo 

no pudo haber muerto 

de melancolía.


Bajo el ala de su sombrero

siguen la ruana

la arrugada cajetilla de pielroja

el tiempo intacto

y todos sus recuerdos

que le acompañan

de nuevo

y para siempre.


Para mi abuelo Ernesto Molano Celis




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