LOS QUE NO SE QUIEBRAN
Venían del campo, de lejos, con el polvo de su tierra aún en los huaraches y la frente alzada con dignidad. No era la primera vez que caminaban por la ciudad, pero cada visita traía un propósito grande, casi sagrado. Tal vez venían a poner en regla las parcelas heredadas del abuelo, a ver a un licenciado que les explicara con palabras rebuscadas lo que ellos ya entendían con el corazón. Tal vez venían a visitar a la nieta que estudiaba en la capital, la primera de la familia en llegar tan lejos con los libros.
Caminaban juntos, hombro con hombro, con los sombreros bien puestos y los sarapes echados sobre los hombros como armadura. No se achicaban ante los edificios altos ni los carros relucientes. Eran hombres de maíz, de machete y madrugada. Hombres que hablaban poco, pero cuando lo hacían, sus palabras pesaban como la lluvia buena.
Eran otros tiempos, sí, pero el orgullo era el mismo: el de quienes cargan el campo en la mirada y la esperanza en el pecho.
Un paseo por el pasado de México
Imágen sin fines de lucro, solo educativos. A quien corresponda.
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