sábado, 5 de julio de 2025

Un libro / El juez Surra y otros casis sicilianos, de Andrea Camilleri

 


Andrea Camilleri
EL JUEZ SURRA Y OTROS CASOS SICILIANOS


Justicia oblicua en los relatos sicilianos de Camilleri

Jimena Tierra
27 de junio de 2025



Hay crímenes que no estallan: se infiltran. Lo hacen como los hongos en las paredes húmedas, discretos, persistentes, insidiosos. Andrea Camilleri, maestro de la insinuación literaria, sabía que la transgresión más letal es la que no necesita escenario. En El juez Surra y otros casos sicilianos (Camilleri, 2025), obra póstuma editada por Salamandra, la violencia no se impone: se consiente. Como el polvo que nadie limpia porque todos han aprendido a vivir con él. Sicilia, otra vez, se despliega como un mapa emocional lleno de bifurcaciones morales, donde lo legal es un murmullo y lo justo una superstición.

En esta recopilación, tres relatos funcionan como variaciones del mismo compás ético: «Demasiadas confusiones», «El juez Surra» y «El medallón». Cada uno es una pieza que encaja en una arquitectura narrativa donde el conflicto no es lo que sucede, sino lo que se tolera. El prólogo de Giancarlo De Cataldo, más que introducción, actúa como confesión: la isla no es un lugar, sino un pacto simbólico entre silencio, poder y costumbre.

En el relato «Demasiadas confusiones», Bruno Costa responde a una llamada equivocada y se ve engullido por una telaraña de vigilancia e intenciones oscuras. No hay cadáveres, pero sí una víctima: la confianza. Como advirtió Susan Sontag(2003), en otro contexto, la representación del sufrimiento —aunque mediada por ironía o distancia— no exonera de responsabilidad ética. Camilleri parece trasladar esa advertencia a la esfera del equívoco moral.

"El narrador omnisciente, con guiños al lector, permite un juego doble de anticipación y desconcierto"

El texto, además, subvierte la estructura del crimen clásico al desplazar la acción hacia los márgenes del equívoco. Bruno, un técnico telefónico, es introducido en un juego de identidades cruzadas que recuerda al thriller hitchcockiano, pero aquí el suspense no nace de la amenaza, sino de la ambigüedad moral. Camilleri propone una comedia negra de errores fatales, donde cada decisión mínima —responder una llamada, fingir un parentesco— desata consecuencias desproporcionadas. La identidad se vuelve líquida: Bruno no es culpable, pero se convierte en blanco. Su ironía, más que defensa, se transforma en evidencia. El relato funciona como una crítica velada a la lógica de culpabilidad por asociación: basta estar en el lugar “equivocado”, con el gesto “equivocado”, para activar la maquinaria del castigo.

Por otro lado, el estilo narrativo se apoya en una mise en abyme irónica: Camilleri describe a Bruno como un lector apasionado, un observador compulsivo de vidas ajenas que evita intervenir. Sin embargo, su “curiosidad inocua” termina arrastrándolo al centro de una violencia que no entiende ni puede controlar. Esta construcción, como señalaría Mieke Bal (2017), establece un conflicto entre focalización y agencia: Bruno mira, interpreta, imagina… pero el relato lo castiga por no reconocer el peso simbólico de sus acciones. El narrador omnisciente, con guiños al lector, permite un juego doble de anticipación y desconcierto, donde lo cómico se desliza insidiosamente hacia lo trágico.

«—¿Bruno? —pregunta alguien con un fuerte acento siciliano. ¡Es precisamente su nombre!

—Sí, ¿quién es? —dice, pasándose al siciliano.

—¡Cómo te gusta tocar los cojones! ¡Es la tercera vez que te llamo! Vamos al grano: nos vemos aquí dentro de dos horas. Más te vale presentarte, ¿entendido? No te digo nada más, es la última vez que te llamo» (Camilleri, 2025, p. 21).

"Lo que comienza como una investigación se transmuta en un duelo sin resolución, una interpelación al juicio ajeno"

“El juez Surra” viaja al siglo XIX y despliega un escenario en el que la ley es extranjera y la justicia, una ruina compartida. Surra, enviado del norte, no impone su autoridad: la habita con torpeza. Su figura, ajena a los códigos del sur, se convierte en espejo deformante de una sociedad donde la legitimidad no nace de la norma, sino del hábito. Teresa De Lauretis (1984) lo anticipa: el relato del poder es siempre también el relato de su erosión. Surra no actúa como héroe; su ignorancia del contexto es su único escudo, y es ese blindaje ciego el que pone en jaque al cinismo estructural.

“El medallón” clava su dardo en lo íntimo. La sospecha, esta vez, no recae sobre un culpable funcional, sino sobre un personaje fronterizo: el excéntrico, el que no encaja. Lo que comienza como una investigación se transmuta en un duelo sin resolución, una interpelación al juicio ajeno. Luc Boltanski(2004) subraya que para enfrentarse al dolor del otro no basta con empatía: se necesita incomodidad. Camilleri empuja al lector a ese abismo: a mirar y no poder explicar.

"En El juez Surra y otros casos sicilianos, la ley no dicta: susurra. Lo que se castiga no es el acto, sino la desobediencia a un guion preestablecido"

En todos estos relatos, el centro narrativo no es el crimen, sino la textura opaca del orden cotidiano. La justicia no aparece como redención, sino como mecanismo obsoleto. Camilleri, como W. C. Booth(1983) formuló, construye un narrador que parece abdicar de su rol: se retira, permite que los hechos se acumulen sin clausura. Pero es una retirada estratégica. Obliga a leer más allá, a desconfiar de las evidencias.

En El juez Surra y otros casos sicilianos, la ley no dicta: susurra. Lo que se castiga no es el acto, sino la desobediencia a un guion preestablecido. Y lo que se absuelve no es la inocencia, sino la familiaridad. Camilleri no hace denuncias, ni moraliza. Dispara preguntas como quien deja un medallón en la mano de alguien que no sabe si recibirlo. Este libro no cierra la obra del autor: la destapa. Como un cadáver olvidado en la penumbra, cuya existencia obliga a replantear la escena.

Porque las narrativas del poder no siempre gritan ni golpean la mesa. A veces, simplemente se quedan ahí: como una interferencia. Como el nombre de Bruno en una llamada cualquiera. Como la sonrisa final de Surra. Como esa voz baja que, sin elevarse, lo dice todo.

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Bibliografía del artículo:

Boltanski, L. (2004). Distant Suffering: Morality, Media and Politics. Cambridge University Press.

Booth, W. C. (1983). The Rhetoric of Fiction. University of Chicago Press.

Camilleri, A. (2025). El juez Surra y otros casos sicilianos. Barcelona: Salamandra.

De Lauretis, T. (1984). Alice Doesn’t: Feminism, Semiotics, Cinema. Indiana University Press.

Sontag, S. (2003). Regarding the Pain of Others. Nueva York: Farrar, Straus and Giroux.

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