Ngũgĩ wa Thiong’o
Ben Okri
Ngũgĩ wa Thiong’o y el piano
Sentía una admiración casi mística por lo que Achebe logró en Todo se desmorona. Recordando una época en la que solo se enseñaba literatura en las universidades era Dickens, Conrad y compañía, me hizo sentir lo emocionante que fue leer por primera vez esta novela que había encontrado un lenguaje para expresar el anhelo de los africanos por su propia historia.
Para entonces, se había convertido en una figura algo corpulenta, de mirada interrogativa y risa fácil. Solía vestir blusas africanas y pantalones occidentales. Daba la sensación de que había desarrollado gran parte de su pensamiento político tempranamente, pero que estaba abierto a los descubrimientos a los que su trabajo le condujo.
Comenzó su carrera como escritor como James Ngugi y se transformó en Ngũgĩ wa Thiong'o. Empezó escribiendo en inglés y terminó escribiendo en kikuyu, a menudo teniendo que traducir él mismo. Su postura anticapitalista no le impidió convertirse en uno de los escritores africanos más aclamados de Estados Unidos. Y en todo esto, la única constante fue que siguió siendo un hombre agradable, sin pretensiones, y siempre con un gran sentido del respeto por la gente común.
Hacia el final de su vida, se convirtió en uno de los favoritos para ganar el Premio Nobel y, al igual que Borges, tuvo que soportar las fluctuaciones de las expectativas cada octubre. Una tragedia familiar también empañó sus últimos años. Pero quizás mi recuerdo más preciado sea estar sentado con él en una universidad de Cambridge durante una conferencia de Callaloo. Empezamos a hablar de música y literatura, y me sorprendió al decir que estaba aprendiendo a tocar el piano. Tenía entonces unos setenta y tantos años. Habló de la maravilla de pasar de no poder tocar una sola nota a ser capaz, en pocos meses, de tocar algo de Mozart, Chopin y Bach. Fue muy conmovedor escuchar a este experimentado revolucionario interpretar un brillo juvenil mientras hablaba de esta recién adquirida habilidad. Casualmente había un piano en un rincón de la sala, y nos acercamos. Hasta el día de hoy puedo verlo con una leve sonrisa en el rostro mientras las notas de Bach resonaban en la sala.
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