UN PROFESOR FELIZ
19 de enero de 2029
Un sueño difícil de creer: era un profesor feliz. Había pasado uno o dos años en Bogotá y reiniciaba mis labores con entusiasmo. En la mañana adelanté las diligencias del postgrado bogotano, visité la universidad y conversé con la decana. Se me ocurrió pasar por una de las escuelas. Pedí hacer un taller con los niños más pequeños y busqué en la biblioteca los libros adecuados.
El director, con quien me había cruzado en la calle, se asombró por mi manera de aprovechar el tiempo. Se supone que si laboraba en la jornada de la mañana podría descansar en la tarde, pero visité otra escuela poco después de mediodía. Un niño había separado unas hojas para escribir una historia muy sencilla. Hacía parte de mi grupo consentido. En años anteriores habíamos montado dos obras de teatro. Continuaban estudiando en la misma escuela. No faltaba ninguno. Les propuse que, aparte de una nueva obra, todos hicieran historias. Los guiaría paso por paso. Cada uno escribiría su historia solo y luego armaríamos los libros, con ilustraciones y tapas, de la mejor manera posible,
En alguna parte del sueño estaba repartiendo pedacitos de una arepa que había traído de casa. La infinita arena alcanzó para todos los niños y algunos profesores. A una profesora. bromeando, le dije que fuera a mi casa por la prueba.
Había restaurante en la escuela. Tengo la imagen de la montañita de arroz en cada plato. Y de los dedos de los niños.
Saludé a dos o tres niñas que ya deberían haber pasado a un colegio. Una de ellas, convertida en toda una adolescente, dijo que no podía con las matemáticas. Le respondí que era uno de mis problemas, pero que debía dominar al menos las operaciones básicas. Me enteré que tarde o temprano dejaría las clases para irse a vivir con un muchacho.
Había una reunión de la comunidad con los profesores, en un salón inmenso. Cuando entré, el director dijo de muy buena manera: “Hablando de plata”. Como quien dice “ hablando del rey de Roma pronto asoma”.
Era muy adinerado en el sueño. Todo estaba marchando de maravilla. El director y todo el mundo se veían regocijados con mi regreso. Teníamos un día precioso: tibio y plácido, con un cielo completamente azul.
Desperté contento. A menudo vuelvo a soñar que soy profesor y esta es la primera vez que no se trata de una pesadilla. El ejercicio del magisterio, en general, fue amargo, no tanto por las clases sino por el ambiente y los profesores.
Qué cosa tan absurda. La época del sueño en mi vida fue de extrema pobreza y reiteradas desdichas. De hambre y zapatos rotos. Nunca fui el profesor afortunado y feliz. Nunca hubo un director que fuese buena persona. Todos, sin excepción, personajes miserables, frustrados, pequeños déspotas.
Tengo un recuerdo que nunca he contado. Antes de mi nombramiento, cubrí una licencia en el campo. La escuela no estaba cerca y debía ascender por un camino de herradura. Me sentía tan deprimido que me acosté sobre una inmensa piedra y allí me quedé más de una hora. Luego regresé a casa, con el peso de la desdicha.
Definitivamente, en mi próxima vida no seré profesor.
19 de enero de 2025
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