sábado, 18 de enero de 2025

Tres desgracias de Groenlandia



Vista de la localidad de Kangaamiut en el municipio de Qeqqata, al oeste de Groenlandia,el 3 de julio de 2024.IDA MARIE ODGAARD (EFE)

TRES DESGRACIAS DE GROENLANDIA

Antonio Jiménez Barca
14 de enero de 2025


En los años cincuenta del siglo pasado, una veintena de niños inuit de varias aldeas de Groenlandia de entre cinco y nueve años fueron arrancados de sus familias y llevados a Copenhague a fin de que aprendieran el danés. No solo eso: el objetivo era que se formaran en la lengua de la metrópoli y que, con los años, se convirtieran en una pequeña élite capaz de mandar en su isla para encauzarla hacia la modernidad. Para eso habían seleccionado a los pequeños más inteligentes y despiertos. Los niños estuvieron dos años en Dinamarca. Algunos, al volver, no podían hablar con sus padres porque habían olvidado su propia lengua. Regresaron a su país, pero no a su aldea: les internaron en una especie de orfanato para seguir con su reeducación, que duró varios años más.

Con el tiempo, muchos de ellos acabaron alcoholizados o pidiendo limosna en las heladas calles de Nuuk, desarraigados, sin rumbo y sin vida. Otros acabaron casándose con daneses. La primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, pidió públicamente perdón en septiembre de 2022 delante de seis de aquellos niños, ya convertidos en ancianos, los únicos que vivían por entonces: “Fue inhumano, injusto y despiadado”.

Groenlandia

Una niña inuit y su madre esperan en una parada de autobús en Nuuk, Groenlandia, el lunes 13 de enero de 2025.IVOR PRICKETT (NEW YORK TIMES / CONTACTOPHOTO)

Entre los años sesenta y setenta, miles de mujeres y niñas inuit fueron esterilizadas por médicos daneses con un dispositivo intrauterino del que la mayoría no sabía nada. No les pidieron permiso. No les dijeron para lo que era. Muchas tenían menos de 12 años. El objetivo era frenar la explosión demográfica de los habitantes de Groenlandia, según varios estudios, para que la factura que pagaba la metrópoli no se disparara. El asunto se denomina Caso de la espiral, por la forma del dispositivo, que, según relatan algunas de las víctimas, podía resultar bastante doloroso. Muchas de esas mujeres lo llevaron durante años sin saberlo. Nunca se imaginaron por qué no podían tener hijos. No se sabe cuántas fueron. En septiembre de 2022 se estableció una comisión conjunta, compuesta por estudiosos daneses y groenlandeses, para investigar el asunto.


Todo habitante de Groenlandia conoce estos dos casos. También el de los pescadores repartidos en aldeas costeras que, en los años setenta, fueron realojados casi obligatoriamente ―tras ser estrangulada su economía― en bloques de pisos en las afueras de Nuuk en un intento de reorganizar la actividad pesquera y hacerla más eficiente. Desubicados y desorientados, muchos de estos inuit acabaron en manos del alcohol o la depresión.


EL PAÍS




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