Mío Fotografía de Triunfo Arciniegas |
Triunfo Arciniegas
TRATADO DE LA AUSENCIA
6 de enero de 2025
Nunca escribí el libro sobre mi madre. Peter Handke tiene uno absolutamente conmovedor. “Desgracia indeseada”. Hubiera querido escribir algo así. “De niña era sonámbula”, dice Hanke, y en alguna parte enumera los objetos de la casa. Un mundo desaparecido. Hay una frase de Hanke que encaja con mi propia madre: “Ella nunca huyó”. No pudo hacerlo. A ella y todos nosotros nuestro padre nos dio una vida miserable.
Pasaron los años y no encontré la forma. Ante la certeza del fracaso, pensé en entrevistar a mis hermanos para reunir sus recuerdos en un breve libro, pero mis relaciones con la mayoría de ellos no son las mejores. Hace un cuarto de siglo que no veo a mi madre. Hoy estaría cumpliendo 85.
Lo que soy se lo debo a mi madre. Soy el fruto de su terquedad. Me sostuvo, me salvó del abismo, y estoy agradecido. Con ella todo es un presente. Mi mente tropieza cada rato con una frase suya, con una imagen. El fantasma más frecuente y más amado.
Mamá murió en la casa de mi hermana Nelly. Era tan estrecha la casa que cuando maniobraban para sacar el cajón a la calle, el cuerpo rodó a la sala. Un muñeco tieso, algo encorvado, envuelto en una sudadera de pobre, y un golpe seco contra las baldosas, como si alguien hubiese golpeado con decisión una pared en la madrugada. Me retorcí de dolor pero no presté ayuda. Dejé que los demás hicieran el trabajo. No tengo una imagen de cómo se resolvió el asunto y me pregunto si mis hermanos lo comentan cuando se reunen. ¿O lo habrán olvidado?
Nunca abrazaba a mi madre, que pasó en silla de ruedas sus últimos catorce años debido a una torpeza en la segunda operación de las várices, y no puedo dar una razón. Entre nosotros no hubo besos ni abrazos. Un día ya no estará, me decía, y dejaba pasar la oportunidad, asumiendo con anticipación el remordimiento.
Siempre imagino la reunión de su cumpleaños. Nada nuevo. Preguntaríamos en qué casa estaba nuestra madre y llegaríamos uno tras otro en el transcurso de la mañana, con o sin regalo, y nos sorprenderíamos con los recientes retoños de la familia, con los pobres yernos y las resignadas nueras. Nos dedicaríamos al festín de la conversación y, sobre todo, al escarnio, hasta el punto que no quedaran ni los huesos de la víctima de turno. Cualquiera de nosotros. Diríamos todas las barbaridades con tal de provocar la risa. Luego, en un descuido y en privado, como el mafioso que acude al padrino, cada quien trataría con ella sus asuntos. Es lo que más extraño. Esa conversación. Admiro su capacidad para enfrentar el dolor y resolver las adversidades y el infinito amor por todos.
Hoy no habrá ninguna fiesta, pero todos en sus soledades la recordarán a su manera.
Pasaré el día con el gato y Alice Munro.
Triunfo Arciniegas
6 de enero de 2025
(Mío. Foto de T.A.)
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