sábado, 22 de octubre de 2022

Un libro / Saul Bellow / Cartas

 





Bellow, una obra maestra por correo


Alfabia publica por primera vez en español las cartas del Nobel norteamericano a autores como Philip Roth, Martin Amis, Vargas Llosa...
3 de enero de 2012 

Alfabia publica las Cartas de Saul Bellow por primera vez en español. El libro, lejos de ser una mera compilación de anécdotas, puede leerse como la autobiografía que Bellow nunca escribió. Sus cartas desvelan, además, la altura, la intensidad, la inteligencia, la profunda dimensión moral y el humor de sus novelas. Una correspondencia mantenida con autores del calibre de William Faulkner, Bernard Malamud, Philip Roth, Martin Amis, John Cheever, Ralph Ellison, James Salter, Cynthia Ozick..., también con críticos, periodistas, amantes, amigos y familiares, conformando en su conjunto un esclarecedor autorretrato (literario, político, filosófico pero también emotivo y muy personal) de uno de los grandes escritores norteamericanos del siglo pasado. A continuación reproducimos dos cartas recogidas en el volumen, la primera de ellas, de gran hondura, va dirigida a su amante, Yetta Barshevsky. La segunda es una de las muchas misivas dirigidas Philip Roth, quien dijo de este libro: "No es ninguna sorpresa que el gran novelista sea también un gran escritor de cartas. Lo he leído con voracidad en tres noches, como si acabara de tropezar con una obra maestra perdida de Saul Bellow recientemente descubierta".

EL CULTURAL
Saul Bellow

Querido Saul Bellow


Amelia Castilla
21 de noviembre de 2011

 Las cartas de Bellow pueden leerse casi como una biografía del autor de Las aventuras de Augie March y un recorrido por la época que le tocó vivir. La crítica en Estados Unidos ha comparado su aparición con el descubrimiento de una nueva obra del maestro. Todo lo que tocaba lo convertía en literatura y escribió casi hasta el final de su vida. Íntimo, distante, amargo, en esta correspondencia se muestran sus complejas relaciones con las mujeres, sus opiniones sobre temas candentes, sus gustos literarios, su opinión sobre algunos  periodistas -"Le dije a esa putilla retorcida, que eres uno de nuestros mejores y más interesantes escritores", le cuenta a Philip Roth, quejándose de cómo ha manipulado el texto la redactora-, su relación con otros narradores como Vargas Llosa o  Martin Amis, a quien quería como un padre. Pero entre las cientos de páginas se encuentran también algunas a Marcello Mastroianni, en la que le informa sobre los derechos de El legado de Humboldt o de sus grandes preocupaciones como el asunto judío. Como hijo de emigrantes judíos que era, el tema fue recurrente y, durante gran parte de su vida, expresó abiertamente sus opiniones pero en lo que respecta al holocausto se hacía muchos reproches. Un ejemplo, en una misiva a la escritora norteamericana Cynthia Ozick, en julio de 1987, se expresa así: "Es totalmente cierto que "Los Escritores Judíos de Estados Unidos" (¡una categoria repulsiva!) se perdieron lo que para ellos debería haber sido el asunto central de su tiempo, la destrucción de los judíos europeos. No soy capaz de decir cómo puede evaluarse nuestra responsabilidad. Nosostros (ahora hablo de los judíos y no solo de los escritores) deberíamos haberlo afrontado de manera más completa y profunda". Tras hacerse una sincera autocrítica -"estaba demasiado ocupado en convertirme en novelista como para tomar nota de lo que ocurría en los años cuarenta"- se reprocha qué debía hacer y cómo abordarlo: "No puedo ni empezar a decir qué responsabilidad pueda tener cualquiera de nosotros en un asunto así, en un crimen tan enorme".

Un año antes de morir, en la última carta que escribió en su vida, Bellow se acordaba de unas sandalias que le compró su madre cuando era un niño y que él untaba con mantequilla para mantener fresco el cuero. Un recuerdo de infancia para terminar.

EL PAÍS

Saul Bellow



A Yetta Barshevsky 

South Harvey, Michigan, 28 de mayo, 1932

Querida Yetta:

Sé que esta carta será inesperada, menos inesperada por supuesto que mi marcha improvisada, pero inesperada. Ni siquiera yo la había previsto. Solo tuve tiempo de coger mi traje de baño y unas hojas de papel. los acontecimientos del día me han dejado la mente agitada, pero aprovecho la oportunidad para escribirte, Yetta, para decirte algo que durante semanas se ha estado congregando y fermentando en mi pecho, algo que ha estado hirviendo y bullendo en mi interior, sin encontrar una expresión espontánea. es algo, Yetta, que, más a causa de la incertidumbre y la cobardía que de cualquier otra cosa, no he conseguido mencionar delante de ti. Cierto, soy un cobarde confeso. Todos somos cobardes intrínsecamente, pero la justificación de la cobardía reside en la confesión.

Ahora está oscuro y el viento solitario hace que los árboles susurren y silben suavemente. en algún lugar de la noche un pájaro grita al viento. En la habitación de al lado, mi hermano ronca suave, insistentemente. El campo duerme. Las olas se alzan iracundas ante la casa, no pueden alcanzarla, gruñen y se retiran. Por encima de mí, la luz se mueve hacia delante y detrás, delante y detrás. Produce sombras en el papel, en mi cara. Estoy pensando, pensando, Yetta, vagando en la noche, en el infinito, y todos mis pensamientos tratan de ti. Pero mis pensamientos sobre ti no son totalmente amables, pican, atacan. ¿O debemos ir al grano?

Pensarás, quizá: "Vendedor de palabras". Porque la tuya es una mente de la liga de la Juventud Comunista. O: "¿Qué le ha dado al sólido y bovino Bellow?".

Pero todo el tiempo tendrás un presentimiento, y todo el tiempo rezarás. (Porque eres devota, Yetta.)

"¿Por qué escribe, por qué el muy idiota no espera hasta volver para que pueda intimidarle?".

Detesto el melodrama. Lo único que odio más intensamente que el melodrama y la espinaca soy yo mismo. ¿Piensas, quizá, que estoy loco? lo estoy. Pero tengo mi pluma; estoy en mi elemento y te desafío. (Aquí hay una pausa prolongada, un suspiro ventoso, y el indomable Bellow irrumpe con toda su plenitud y fuerza.)

Últimamente ha habido una perceptible desavenencia entre nosotros. Parece que el incorregible [Nathan] Goldstein está inquieto. Parece que en presencia de otros eres demasiado pródiga en tu afecto hacia él. La situación es crítica. (Por cierto, Yetta, debes enseñarle esta carta a Goldstein.) Tenlo en cuenta: no hago un sacrificio ni un secreto de entregarte. Aborrezco el sacrificio y el martirio: son la hipocresía dentro de la hipocresía; una expresión de dogmas y fanatismos bárbaros; su motivo, su motivo enmascarado, es repugnante: la mera ocultación del egoísmo y el individualismo.

Así que nos separamos de mutuo acuerdo. Tú a escuchar las arengas marxistas de Goldstein con un interés semifingido; yo a recostarme en los senos de los voluptuosos tiempo y espacio y a sofocar el deseo y la esperanza. El oriental, como sabes, es un fatalista. Quizá sea el atavismo lo que me impulsa a decir: "lo que ha de ser será". Y así estoy satisfecho. No me arrepiento de nada. Durante un tiempo me cubriré con una reserva herida. Quizá encuentre consuelo en la calma filosófica del asceta. El hombre siempre intenta justificar sus actos. Ser un recluso es una justificación de lo errado de un acierto. Durante varias semanas, con una cínica inclinación del labio y una mirada cansada sobre un mundo sórdido, yo, el joven idealista, rendiré mis congojas y mi corazón a los pies de Pearl. Si los desdeña, me iré a casa, escribiré poesía desgarradora y tocaré el violín. Si no, caeré en una letárgica satisfacción que solo durará mientras el amor dure. Porque el amor idiotiza. Así que corto las relaciones contigo.

Podemos tener una amistad superficial. Pero algún día, cuando yo esté chocho y tú tengas varias papadas y estés obesa podremos reconciliarnos. En el ínterin sé feliz: si mi infame escepticismo lo permite, yo también intentaré encontrar la satisfacción con Pearl.


Así que, Yetta, adiós. Puedes hacer lo que quieras con esta carta.

***

Claramente de vacaciones con uno de sus hermanos, Bellow acaba de cumplir diecisiete años cuando escribe esta misiva, la más temprana de sus cartas supervivientes. Nathan Goldstein no tardó en casarse con Yetta. Tras su divorcio en la década de 1940, Yetta se casaría con Max Shachtman. La identidad de Pearl es desconocida.

Philip Roth


A Philip Roth

W. Brattleboro, 24 de Junio, 1990

Querido Philip:

En ti tuve un testigo de mi propia clase y un punto de equilibrio. Sin tu apoyo las olas iracundas me habrían arrastrado por la severa y rocosa costa judía. Le tengo mucho cariño al primo Volya, que era una especie de héroe en el Viejo País, donde sirvió en la caballería de Rusia desde leningrado a Berlín. es fácil confundirlo con otra persona. Cuando explicó la diferencia entre letonia y lituania a [Saul] Steinberg, Steinberg dijo que era un fragmento de diálogo sacado de una película de los hermanos Marx. Sin embargo, había un regimiento con ametralladoras. Pero entiendo el punto de vista de Steinberg. Con la paz, el regreso de los Hermanos Marx.

De todos modos, fuiste una gran ayuda para mí: representabas lo que era esencial representar. Y pensé que debías disfrutar de las canciones. La mezcla de mil ingredientes. En principio, soy contrario a esa clase de fiestas, pero cuando una sorpresa desconecta el principio parece que las disfruto mucho. Siempre tuyo, Tu nota ha hecho feliz a Janis.

***

Roth y Claire Bloom habían estado presentes en Vermont, junto al primo de Riga de Bellow -Volya-, Saul Steinberg, Eleanor Clark, Rosanna Warren, Maggie Staats Simmons, John Auerbach -de Israel-, Albert Glotzer, Bette Howland, Jonathan Kleinbard, Adam y Daniel Bellow y muchos otros, en una celebración sorpresa por el setenta y cinco cumpleaños de Bellow.


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