domingo, 3 de abril de 2022

Triunfo Arciniegas / Diario / Cine y literatura

 

Ilustración de Quentin Blake


Triunfo Arciniegas
CINE Y LITERATURA
3 de abril de 2022

Para ver una película o seguir una serie no se requiere imaginación. Para leer un libro, es imprescindible. No hay lector sin imaginación.

Por eso es más fácil sentarse frente al televisor que ante un libro abierto. La película lo trae todo (voces, gestos, vestuario, escenografía, música) y no requiere nuestro aporte. El libro, en cambio, nos exige, hasta tal punto que somos el sentido del texto. Somos el libro que leemos. Somos nuestras propias lecturas. Vemos lo que llevamos dentro y somos la tierra y el agua que alimenta y sostiene el texto.

Por otro lado, el libro no está tan ceñido a la moda como el cine. Tenemos a nuestra disposición miles y miles de libros de distintos siglos y autores de las más diversas nacionalidades, en librerías y bibliotecas que son una conjugación de laberinto y paraíso, donde a menudo un libro conduce a otro, en un delirio absolutamente individual. No hay en el mundo dos lectores que hayan leído los mismos libros.

En cambio, vemos las películas del momento, las que todo el mundo ve, y volvemos a ver las que todo el mundo vuelve a ver. El cine envejece de manera vertiginosa. Las viejas películas se vuelven a menudo insoportables, y hasta ridículas ante el avance tecnológico. 

Las escenas de terror de una antigua película de vampiros pueden resultar cómicas para los espectadores  actuales, pero la novela de Bram Stocker mantiene su esplendor y se sigue vendiendo como pan caliente.

Asimismo, uno puede leer a Shakespeare o Cervantes con regocijo después de cuatrocientos años. Superar la asombrosa magia de la prosa de Proust, cien años después, me parece una empresa imposible.

La lectura es un ejercicio de soledad, a diferencia del cine, el bellísimo y amado cine, el prodigioso  invento de nuestra época, una experiencia tan colectiva que a menudo se transforma en un evento social.

El estreno de una película, fruto de una inversión millonaria y esfuerzo de un equipo, es la apuesta mayor. El cine está obligado a recaudar dinero. La taquilla es la medida. Así que la película está concebida para el gusto colectivo. 

El libro, en la mayoría de los casos, es la creación de una sola persona y no requiere de inversiones multimillonarias. Un editor no se arruina con la publicación de un libro que no funcione.

No digo que los libros sean mejores o peores que las películas. Se trata de mundos distintos y funcionan con diferentes leyes. En todo caso, si en camino a la lista desierta desierta me dieran a elegir entre una caja de libros y un paquete de películas, me quedaría sin duda alguna con los libros porque, entre otra razones, en la isla desierta no hay manera de ver las películas.





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