domingo, 3 de diciembre de 2023

Un libro / Susanna Clarke / Piranesi

Sussana Clarke


PIRANESI DE SUSANNA CLARKE: 

LA FANTASÍA EN SU LABERINTO


Susanna Clarke regresa a la novela, tras dieciséis años de silencio, con Piranesi, su homenaje al artista homónimo y a Borges. El libro, una de las obras más originales de la Fantasía, sigue las andanzas de una suerte de historiador perdido, con cierta alegría, en una laberítica mansión. Pronto aflorarán los grandes temas del libro: el concepto de realidad ideal, la pugna entre cabalidad y cordura, o la soledad y la catarsis de la escritura.

Joaquín Torán
18 de noviembre de 2021

Dieciséis años ha tardado Susanna Clarke en publicar una nueva novela. Dieciséis años de silencio y dolor en los que estuvo convaleciente por culpa del síndrome de fatiga crónica que padece. «La enfermedad fue devastadora» -reconocía la escritora en una reciente entrevista virtual en el periódico El País-. «Apareció poco después de la publicación [de Jonathan Strange y el señor Norrell]. Había días en que no podía hacer nada porque hacer cualquier cosa me resultaba horrorosamente doloroso. Así que dejé de escribir». Clarke ni siquiera podía salir a la calle; viajaba tan sólo con la imaginación, gracias a las lecturas que le deparaba su marido (por ejemplo, le leyó Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson). Sus pensamientos eran lúgubres, al igual que la percepción que tenía de sí misma: «de repente, era como si no fuese escritora», admitió.

Poco a poco fue recuperándose. Un día, rescató una idea que tuvo a los 20 años, tras leer a Borges, y de la que había escrito unas poca páginas. «Aquellos relatos de Borges […] sobre laberintos habían despertado algo en mí, me habían pedido que los respondiera con mi propia historia. (De repente) Se me apareció una casa enorme de alguna forma asediada por mares». En 2015 empezó a trabajar sobre esa idea, aunque desde un enfoque equivocado. Inicialmente, en la casa vivía alguien enfadado por sentirse atrapado; la novela empezó a fluir cuando Clarke tuvo la certeza de que aquella persona debía ser «feliz a su manera». Así se gestó Piranesi (2020; Salamandra, 2021), su libro de redención, que además la consagra como el fenómeno que apuntaba maneras en Jonathan Strange y el señor Norrell (2006) y Las damas de Grace Adieu (2006), la antología que comparte universo con aquella.


El título del nuevo libro de Susanna Clarke es un homenaje a la obra del artista genovés Giovanni Battista Piranesi (Mogliano Veneto, 1720- Roma, 1778), uno de los grandes arquitectos, grabadores y teóricos de la arquitectura del siglo XVIII. El Piranesi real influyó poderosamente en los laberintos de Borges, y especialmente en el del «El inmortal» de El Aleph (1949), el libro que cautivara a Clarke en sus días universitarios. Como un Minotauro, el transeúnte de esta novela ama y defiende a la casa en la que vive; no es el morador sorprendido de Evenmere, ni los habitantes abyectos de Gormenghast que conspiran para utilizarla en su propio beneficio, sino una suerte de «historiador» que ha aceptado su destino. La originalidad de la novela radica en el modo en que está contada, que da fe del carácter único de la pluma (y del talento) de Susanna Clarke: Piranesi se expresa con una cronología propia, nacida de sus propias vivencias en la Casa, y con una percepción personal de la realidad que le rodea: todo se pone en comparación con las innumerables estatuas que presiden las estancias. Clarke apuesta por una narración epistolar, en la que su protagonista ofrece su perspectiva a través de los diarios que metódicamente va elaborando, y en los que consigna hasta la mínima rutina.

Ya desde la primera página se advierte que Piranesi no va a ser una novela convencional. Clarke entra en materia con una apabullante sucesión de dimensiones, cifras y alturas que pretenden dar la sensación de que la Casa, el lugar por el que transita Piranesi, es un ente inabarcable. A base de repetir costumbres y de recorrer estancias casi idénticas, se traza un laberinto que tiene su reflejo tanto en las distintas salas como en la propia mente del protagonista-narrador, un personaje cuya cordura puede ser puesta en tela de juicio por la lógica de sus razonamientos. Algún chispazo de lucidez anida aún en él, cuando recuerda retazos de una vida pasada que se insinúa por la inserción de elementos ajenos a la Casa (y que funcionan como concesiones al lector con las que poder asumir el enigma de la narración); Clarke no es evidente en su objetivo, aunque da algunas pistas que permiten hacerse una idea de por dónde van a ir los tiros y de su solución de poso perverso. En todo caso, no hay magia entre las paredes de la Casa. O al menos no de la practicada por Jonathan Strange o el señor Norrell.

En Piranesi se invoca una magia antigua, muy anterior al hombre civilizado. Al igual que en Jonathan Strange y el señor Norrell, la novela habla de la pérdida de comunicación entre el hombre y el mundo «no visible», poblado por energías imperceptibles. «Pensaba que la sabiduría de los antiguos» -razona Piranesi- «no podía haberse desvanecido sin más, nada se desvanece sin más. […] Imaginé que una especie de energía emanaba del mundo, que dicha energía tenía que ir a parar a algún lugar. Comprendí que tenían que existir otros lugares, otros mundos, y me propuse descubrirlos». Es así como llega a la siguiente conclusión: «Mis contemporáneos estaban obcecados con la idea del progreso y creían que lo nuevo era, por definición, superior a lo viejo». Susanna Clarke no ha abordado el universo desarrollado en su monumental novela anterior, pero mantiene parte de sus líneas maestras, como la existencia de una Realidad alternativa, acaso más ideal que ésta, cuyo conocimiento y uso puede ser nocivo y peligroso. Egoísmo y ambición de poder vuelven a ser pues defectos terribles, pero para entender por qué lo son aquí habrá que perderse entre 7.678 habitaciones.


Las apariencias son en Piranesi un fulgor engañoso. Al principio, el libro parece mamar de Dudo errante, la obra en la que Russell Hoban reelaboró el lenguaje para contar el Apocalipsis. La realidad que enseña es extraña, monótona -las repeticiones tienen una cadencia, y funcionan como efectivo artificio literario-, y exige del lector un esfuerzo para comprenderla. Una vez asumida, sin embargo, la extrañeza se va volviendo curiosidad conforme Piranesi va describiendo actos, procedimientos y hasta encuentros: en la Casa parece vivir también el Otro, con el que suele encontrarse para intercambiar conocimientos. En menos de un tercio del libro, Clarke habrá sabido despertar el interés del lector. Las preguntas sobre qué está pasando y por qué condicionarán la lectura. El lector llegará a la explicación de los hechos como si hubiese sido sometido a un trance inducido, porque el mundo descrito es tan críptico que parece el decorado de una película muda, o un sueño. El deseo de Clarke es que el lector, más que estar cómodo en la Casa, sienta la necesidad de huir de esa monotonía, que el arrullo de las repeticiones convierten en monomanía. No en vano, la novela es también una reflexión sobre la inteligencia y la cordura.

El carácter metódico de Piranesi anhela dejar por escrito todo lo que sabe y percibe de la Casa: actúa como el científico que estuviera realizando un experimento de vital importancia. En sus diarios interpela a un lector que puede estar tanto en un futuro remoto como en el día de mañana. Se comunica con él a través de la escritura, cuyo proceso de elaboración es un puntal clave de la historia. Cuando afirma que «la Escritura te inculca el hábito de la precisión y el esmero», quien nos habla en verdad es la propia Clarke, que está volviendo desde su letargo. A través de la escritura, la autora recupera fuerzas, vuelve a sentir, a relacionarse. Ésta es la historia de un regreso, y de los pasos que deben darse para volver a empezar. También es una novela sobre la soledad. Piranesi -como Norrell y Strange- está solo la mayor parte del tiempo, perdido en salas colosales, con la única compañía de un Otro arisco y de algunos cadáveres que ha encontrado, reconstruido y «bautizado» según su aspecto (su presencia allí determina otro de los misterios de la narración). La soledad en Piranesi es abrumadora y angustiosa; tan profunda que inmediatamente te hace querer buscar el cariño y el calor de la gente.

Clarke ha comprendido en su último libro el sentido de la soledad y también de la frugalidad: Piranesi pone en valor lo que tenemos pero no sabemos disfrutar. En su constante búsqueda de una realidad Ideal (utilizamos las mayúsculas con el mismo fin que el protagonista-narrador, cuando reverenciamos aquello que estimamos relevante), Piranesi termina por descubrir cómo la vida se construye por abundancia de cosas inútiles, que nos hacen infelices. «La Hermosura de la Casa es inconmensurable; su Bondad, infinita», repite como una letanía, como una liturgia, el acólito Piranesi. La Sonrisa con la que la profiere es fresca, sincera, libre de malicia. Esta máxima que recoge la sabiduría de lo simple encierra asimismo la problemática de lo Complejo. Clarke la desgranará con una inteligencia viva y un tesón que desmiente la flaqueza. Su nuevo libro es tanto un Acontecimiento Literario como un Renacimiento y una Catarsis. La Fantasía es un género mayor cuando habla y entiende de Grandes Cosas. Esperemos que no tengan que pasar otros dieciséis años para volver a leerlas.

FABULANTES


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