Tomás Mora Fabré
EL AMOR DE MI VIDA
Paso más tiempo aquí en la puerta de mi casa que dentro. A veces salgo con el plato de comida en la mano, al mediodía o en la noche, y me lo voy comiendo poco a poco mientras veo pasar a la gente o converso con algún vecino. No me gusta estar adentro, todo es muy oscuro y me siento solo como un lobo. Lo único que hago ahí es ir al baño y dormir. Además mi casa es muy pequeña y estrecha. Sólo se pueden mirar las paredes. Todo lo demás está muerto. Quedan dos o tres adornos sucios, la cocina inerte, una silla de madera enclenque, y una cama que es más bien ataúd. En mi casa lo único que tiene vida es la guitarra, el amor de mi vida, mi salvación. No sé qué hubiera hecho sin ella. A ella le debo mis últimos años, no, ni siquiera mis últimos años, la mitad de mi vida. Ella llegó cuando yo estaba en la mitad del camino. Ahora tengo 80 y ella es quien me sostiene. Si te fijas en las fotos que tengo pegadas en las paredes, verás que aparece en todas. Todos esos extranjeros los conocí a través de ella.
Tomás Mora Fabré / A Cuba no la entienden ni los propios cubanos
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