Julieta Añazco
CURAS PEDÓFILOS I
Julieta Añazco empezó a recordar cuando nació su nieto y sintió un miedo repentino que no sabía explicar. "Me empezaron a venir imágenes que había olvidado y no lo pude parar", dice Añazco a pocos metros de la catedral de la ciudad argentina de La Plata. Aún no había cumplido los 10 años cuando el cura Héctor Ricardo Giménez la manoseó por primera vez, durante un campamento de verano. "Los abusos los perpetraba en el momento de la confesión. Nos hacía hacer una fila larga y todos pasábamos de a uno en una carpa. Mientras le confesábamos los pecados en su oído, pegados a su cuerpo, él nos tocaba. Y después decía que lo que allí sucedía no lo teníamos que contar porque era secreto de confesión y si lo hacíamos iríamos al infierno porque era un pecado. Y le hacíamos caso", relata.
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