Tokio, 7 de agosto de 2024
Desde Hello Kitty y Doraemon hasta las obras de Haruki Murakami, Hayao Miyazaki o Yukio Mishima, pasando por las figuras de mininos de la suerte que saludan con la pata, los felinos han estado muy presentes en el imaginario nipón.
Nagase confiesa que su personaje favorito de ficción es Doraemon, el gato robot venido del siglo XXII cuyas historias de manga y anime acompañan la infancia de los japoneses desde hace cinco décadas. “La inspiración para soñar que hemos recibido de Doraemon es inmensurable”, afirma el crítico, destacando el “poder blando” de ambos personajes. Doraemon fue nombrado embajador del anime por el Gobierno japonés en 2008 y Kitty ha servido como representante diplomática del Año Internacional del Desarrollo del Turismo Sostenible de las Naciones Unidas.
La popularidad de Doraemon y Kitty contrasta con la poca difusión que ha tenido en occidente su precedente más culto, el protagonista de Soy un gato (Impedimenta), la primera novela del célebre escritor Natsume Soseki (1867-1916) y lectura habitual en las escuelas japonesas. El gato de Soseki, que permanece sin nombre durante todo el relato, es un crítico mordaz del egoísmo de los seres humanos que satiriza además la occidentalización de la sociedad japonesa de finales del siglo XIX. “No se trata de la historia de un gato, sino de una historia contada por un gato. Eso la hace única en la literatura japonesa moderna y su estilo ha influido en muchas creaciones posteriores”, continúa Nagase.
EL PAÍS
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