viernes, 23 de agosto de 2024

Un libro / Felicidad perversa, de Tove Ditlevsen

 


‘Felicidad perversa’, las mujeres de Tove Ditlevsen

Las protagonistas de los cuentos de la escritora danesa, que se suicidó en 1976 a los 58 años, se debaten entre la osadía de hacer realidad lo inconfesable y las limitaciones sociales



Patricio Pron

22 de agosto de 2024


Unos cinco años atrás, Tove Ditlevsen era prácticamente una desconocida. Pero esto cambió rápidamente, entre otras cosas, gracias al extraordinario impulso que dio a su obra la difusión de su biografía. Ditlevsen nació en un barrio de clase trabajadora de Copenhague en 1917, se divorció cuatro veces, peleó con la adicción a los opiáceos y la depresión, pasó por varios psiquiátricos y se suicidó en 1976, a los 58 años: para los que prefieren las banalidades de una vida de escritor a lo que el autor escribió y quiso que se conociera de él —y creen que así lo han leído, sin abrir ni siquiera uno de sus libros—, la de Ditlevsen es la biografía perfecta. “La Billie Holiday de la literatura”. “La escritora amada por generaciones de mujeres y despreciada por generaciones de hombres”. “La perfecta desconocida que tienes que conocer”. La hype Ditlevsen es tan beneficiaria de una confusión frecuente acerca de para qué sirven los libros como ejemplar en su puesta en escena de ese malentendido.


Felicidad perversa Tove Ditlevsen

La escritora danesa Tove Ditlevsen.MOGENS BERGER (


Y luego están los libros mismos, 29 de ellos, comenzando por la Trilogía de CopenhagueInfanciaJuventud Dependencia: todos autobiográficos—, cuya publicación en el Reino Unido a partir de 2018 le granjeó a Ditlevsen una legión de seguidores. Después de la Trilogía (2021) y de Las caras (2023), una novela semiautobiográfica, Seix Barral continúa este año con la publicación en español de su obra con Felicidad perversa, un buen nombre para un libro de cuentos cuyo título original es La mala suerte. Sus personajes son una joven soñadora que “se habría visto en un apuro si le hubiesen preguntado qué soñaba” —pero en realidad sólo lo hace con tener un paraguas—, un mecánico violento que alguna vez leyó poesía, personas “que no son de esas a las que uno se queda mirando”, una joven que renquea a raíz de una enfermedad infantil y por eso no baila, jóvenes que descubren en las madres de sus novios algo de ellos que ya no podrán olvidar jamás, mujeres que “en la lista de deseos de su vida” sólo escriben “cosas factibles”: un marido, “un poquito de tiempo para soñar”, quizás un hijo.

La escritora danesa Tove Ditlevsen, en una estancia de su casa, en 1971.
La escritora danesa Tove Ditlevsen, en una estancia de su casa, en 1971.NTB / ALAMY / CORDON PRESS

En una sociedad de apariencias para la que lo determinante es tener una casa en propiedad, un “mobiliario precioso” y las “amistades adecuadas” —­es decir, para la Dinamarca de la primera mitad de los años sesentaFelicidad perversa fue publicado en 1963—, ciertos objetos y algunos seres ocupan el lugar de otros que las convenciones no permiten que sean nombrados. Un paraguas, un gato, una corbata pueden reemplazar la aventura, el hijo, la respetabilidad, el deseo de ser atractivo, aunque sea para una sola persona en este mundo.

La fuerza de la escritura de Ditlevsen radica en la atención a los detalles y la creación de atmósferas asfixiantes en escenarios domésticos

Ditlevsen tiene una escritura relativamente conservadora —quizás algunos prefieran “cristalina”, un adjetivo que también se le puede aplicar— cuya fuerza radica en la atención a los detalles y la creación de atmósferas asfixiantes en escenarios domésticos. Que todos ellos tengan como protagonistas a mujeres seducirá a algunos y llevará a que otros, erróneamente, prefieran no leerla. Pero estos cuentos son magníficos —'El paraguas’, ‘La reina de la noche’ y ‘Felicidad perversa’ son extraordinarios, por ejemplo— y ponen de manifiesto que, como escribe la autora, ya sean hombres o mujeres, “son muy pocos los que, aunque sea sólo una vez en su existencia, osan hacer realidad lo inconfesable”. Las mujeres de Ditlevsen, como ella misma, se debaten entre esa osadía y las limitaciones que su clase y su género les imponen. Y el modo en que resuelven ese conflicto es la historia de su vida.

EL PAÍS




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