LA MUERTE DEL PADRE
CUANDO EL PADRE DE EMILY DICKINSON MURIÓ, ella tenía cuarenta y tres años. El acontecimiento aparece como una terrible conmoción en las “Cartas”. La única nota que sobrevivió de Dickinson a su padre fue escrita justo antes de su muerte y está en blanco:
Entre el saludo y la firma, señalan los editores, hay dos agujeros hechos con alfiler. Sugieren que la nota contenía un objeto, probablemente una flor, que ya no está. La siguiente carta del volumen es de Dickinson a sus dos primas más jóvenes, Louisa y Frances Norcross, y cuenta la historia de cómo los hijos de Dickinson recibieron la noticia de que su padre había muerto:
Dickinson no asistió al entierro de su padre y, según las “Cartas”, nunca visitó su tumba, aunque sus hermanos sí lo hicieron. Una amiga suya, Elizabeth Holland, arrancó una ramita de trébol de la tumba y se la dio a Emily, quien la estrujó entre las páginas de su Biblia. Una carta puede, en efecto, como le escribió Dickinson a Higginson, parecer inmortal, pero hay algo profundamente elegíaco en este circuito de intercambio: la flor que ahora falta en la nota a su padre, el hecho brutal de que él no pueda recibir las flores que ahora le traen sus hijos, la flor preservada de la tumba que nunca fue visitada. Las cartas hacen circular esos rastros de materia orgánica, aunque implícitamente se quejen de sus insuficiencias.
“When Emily Dickinson mailed it in “
The New Yorker, 21 de agosto de 2024
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