Ilustración de Fernando Vicente Cumbres borrascosas, de Emily Brontë |
Triunfo Arciniegas
JULIO
1 de agosto de 2024
Ayer se fue el pobre. Andaba tan mal que no pasó de la medianoche. Hasta le dispararon en una oreja.
Y la oreja es lo de menos: nos dejó muertos. Una gran escritora, la irlandesa Edna O’Brien. Ya tenía sus añitos, pero no tenía por qué llevársela. Nos dejó sin un guionista genial, el norteamericano Robert Towne, y con la vergüenza de miles de colados al estadio de Miami. Nos dejó sin Ismaíl Kadaré, Shirley Duvall y Shannen Doherty. Julio dirá que soy rencoroso, pero debe reconocer la magnitud de sus desmanes. O tal vez no se entere. Andaba tan mal que ya al ni sabia lo que hacía. Arrasó con bailarines, cantantes, ciclistas, boxeadores y hasta con Sueko Katsu, una japonesa de ciento doce años. No hay derecho. No hay respeto con la antigüedad. La mujer había resistido los feroces ataques de otros meses, pero este infame julio la encontró con las defensas bajas.
Nos dejó las cuentas de los viajes de Petro y su gente a París y Panamá, entre otros turísticos destinos. Así como le pagamos la luna de miel a la vice en África, ahora respondemos por los desvaríos presidenciales. El café nos está saliendo caro. Ya están maquinando cómo sacarnos el dinero que no tenemos. “Aquí todo va de mal en peor”, como dijo Rulfo.
Nos deja un reguero de muertos y detenidos en Venezuela. Nos deja lo que podría considerarse el robo del año, el robo de las elecciones por parte del tirano y sanguinario Maduro, aunque Colombia es un competidor tenaz en este ramo.
Es cierto, Julio puso las elecciones de Estados Unidos patas arriba: el atentado a Trump y la renuncia de Biden a la reelección. Y en Colombia se comportó igual, como un huracán: ha sido el gran mes de la corrupción. Este gobierno, que no tiene semana sin escándalo, se las ingenua para sorprendernos.
Y ahora llega agosto con los vientos de la desgracia. No creo que se vean cometas de alegría en los cielos.
1 de agosto de 2024
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