Nunca en su vida había visto un puma. Conocía al animal por las películas 3-D
que pasaba la televisión. Por alguna razón, el polvo había afectado a esa especie
tanto como a las aves, de las que casi no quedaban sobrevivientes. Cogió
automáticamente su gastado ejemplar del Sidney y buscó el puma. Los precios
estaban, desde luego, en bastardilla: como en el caso de los caballos percherón, no
había ninguno en el mercado, a cualquier precio. El catálogo Sidney se limitaba a
reproducir la cifra de la última venta. Era astronómica.
Philip K. Dick
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
Edhasa, 2008, p. 62
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