William Shakespeare |
Gabriel García Márquez
PESOS PESADOS
Una de las injusticias de la literatura es que no existe una clasificación escalonada de los escritores de acuerdo con su calidad. En música se sabe que hay un paraíso más alto, donde están sentados para siempre Juan Sebastián Bach, Mozart, Beethoven, Bartok -y tal vez los Beatles-, pero hay todo un olimpo de compositores de segunda, y aun de tercera categoría, que escuchamos y admiramos a pesar de la certidumbre de que no son eternos. Ocurre lo mismo con los pintores. No hay más que pasearse por los museos del- mundo para darse cuenta de que junto a Goya y Velázquez, junto a Leonardo y Botticelli, junto a Rembrandt y Picasso, hay muchos colgados en la antesala de la eternidad que sin duda merecen estar donde están, pero en niveles distintos. En literatura no: o se es un escritor de primera línea o uno no encuentra donde ponerlo, y no sólo en los innumerables compartimentos del corazón, sino ni siquiera en los estantes de la biblioteca. En ese. sentido, el criterio más justo es el del mundo del boxeo: hay pesos pesados, pesos welter, pesos medios, pelos mosca, y cada, cual, disfruta de una gloria universal dentro de sus límites respectivos. En literatura, en cambio, sólo los pesos pesados van al cielo.
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