VARGAS LLOSA
Aeropuerto Internacional Jorge Chávez
-Quiero ir al baño -dice ella.
-Vamos, te espero afuera. Cuido las maletas -digo yo.
Y mientras espero un hombre blanco, alto y canoso, vestido con una camisa blanca y un pantalón beige, cruza a unos 20 metros de donde estoy, va en busca de la sala de espera de su vuelo.
Lo veo y corro para alcanzarlo. Miro las maletas, no me importa abandonarlas por un ratito. Llegó hasta él y alcanzo a ofrecerle mi mano.
-Maestro, felicidades por su Nóbel.
-Gracias -me dice a mí y al resto de personas que lo felicitan también.
Regreso sonriente y con la mano diferente al sentir la suya en el apretón que me dio.
-¿Qué pasó? -pregunta ella mientras mira las maletas abandonadas.
-Acabo de ver a Vargas Llosa -y le señalo el lugar donde lo vi parado aceptando el cariño de la gente. Porque él ya no estaba, y no lo estuvo nunca más para mí.
Hoy no está nunca más para todos.
Jerónimo García Riaño
Diciembre de 2010
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