lunes, 3 de febrero de 2025

Errata / Titulares de El PAÍS

 

Triunfo Arciniegas

ERRATA

1 de febrero de 2025


Ni el periódico más importante en español puede evitar una errata. Algunos pensarán que ante la gravedad de las noticias, lo que menos importa es una errata, que no señalo para que los lectores se entretengan en su búsqueda.

El cerebro acomoda las palabras, en una primera lectura incluye las letras que faltan o borra las que sobran. Por eso resulta tan dificil el oficio del corrector de pruebas.

La primera vez que subo un texto a Fabebook, en caliente, recién escrito en el mismo celular y con un solo dedo, no faltan las erratas. Nada raro que al escribir la fecha me equivoque por  novecientos años, sin contar con la obsesión por las tildes del maldito corrector. Voy matando erratas en las siguientes lecturas y enriqueciendo el texto con detalles. El párrafo inicial se multiplica en cinco o más, hasta que el texto adquiere su forma definitiva. Acá el corrector se empeña en que necesito una “firma” para la frase anterior. ¿Autenticada en notaría?

En la primera versión o las primeras versiones se acude a las palabras más simples o los verbos más socorridos y un error de sintaxis no es cosa rara. La tarea consiste buscar la precisión y la belleza. Es la delicia del oficio.

Una frase se reemplaza por otra más elegante y detallada, y en el proceso la primera pelea por mantenerse o conservar algún rastro, y de esa riña resulta con frecuencia la errata o el atentado contra la lógica. Sin querer se termina diciendo lo contrario o se cae en la incoherencia. Hace un momento escribí “elegante” y el maldito corrector decidió que necesitaba una “elefanta”. Con tantos libros en esta casa, me pregunto dónde voy a meter semejante animal.

No empiezo un texto con un panorama despejado. A menudo se trata una intuición, un malestar, un rostro borrado por la niebla. El mismo texto va diciéndose.

Casi nunca sucede pero las historias que tengo muy claras antes de la escritura se me echan perder. Casi nunca sucede que tenga una historia resuelta en la cabeza.

En estos últimos meses Alejandra y yo nos hemos dedicado a la diagramación, el diseño, la ilustración y la edición de las casi doscientas páginas de ‘Las batallas de Rosalino’ y las ciento veinte de ‘El muerto feliz’. Una s puede mantenerse oculta por días y meses y esquivar el raticida de numerosas lecturas. La cometa que se eleva en un capítulo no es exactamente la que se hizo en el anterior o un personaje alteró su propio nombre sin razón alguna. En mi caso, en un texto inédito, una errata puede mantenerse durante años.

Con qué risita de rata se burlará de mí ahora la esquiva errata en este texto sobre las erratas.





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