jueves, 20 de febrero de 2025

Triunfo Arciniegas / Diario / Cosecha romana

 

Foto de Triunfo Arciniegas

Triunfo Arciniegas
COSECHA ROMANA


Flaubert / Madame Bovary

Nabokov / Lolita

Joyce / Gente di Dublino / Dublinenses

Shakespeare / Macbeth

Bram Stoker / Drácula

Edgar Lee Masters / Antologia di Spoon River 

Jack Kerouac / Sulla strada / En la carretera

Lewis Carroll / Alice nel paese delle meraviglie / Alicia en el país de las maravillas

Carlo Collodi / Le avventure di Pinocchio / Pinocho


***


Perrault & Maria Sole Macchia / Il gato con gli stivali

Pablo Albo & Maurizio Quarello / Il Ghiottone

Margarita del Mazo & Vitali Konstantinov / Non Mangiarmi

Txabi Arnal e Cecilia Varela / Cuore di sarto

Agnés Laroche & Stéphanie Augusseau / Cosí!

Pep Bruno & Matteo Gubellini / A casa Della nonna

Jon Scieszka & Lane Smith / La vera storia del 3 porcellini










SOBRE LA VORACIDAD DEL LECTOR


Los libros han sido uno de los placeres de mi vida. Tengo en casa unos catorce mil y sigo buscando más con un hambre insaciable. Camino a Roma, me detuve un solo día en Bogotá para renovar los lentes y terminé comprando cuarenta títulos, que dejé en el hotel y no tuve tiempo de registrar. Cuarenta títulos en las tres salidas del hotel. La primera tanda fue de veintiséis, en la mañana, cuando encargué los lentes y supe que el señor de la óptica había muerto. Me atendieron sus afligidas hijas. 

He frecuentado este lugar por unos veinte años. Es tanta la confianza que ni siquiera consulto en otra parte. Aunque me demorara en volver uno o más años, el finado levantaba la mirada al sentir mis pasos y decía sin la menor vacilación: “Señor Arciniegas”. ¿Cómo diablos hacía para acordarse? Nunca me aprendí su nombre. Soy el otro extremo: ni después de un año ni siquiera memoricé el apellido de mis alumnos. Llegaba a la óptica con uno o dos  libros para sus nietos y me recompensaba con precios especiales.  Alguna vez ni siquiera me cobró. En otra oportunidad organizó un encuentro para que los nietos conocieran al escritor. Esta vez le traía unas “muertas de amor”. Cómo es la vida. La primera y única vez que aparecí con un libro para el hombre y no para su familia, ya no estaba en este mundo. Terminé dejándoselo a una de las hijas, con quien tengo un bonito trato. La última fórmula de estos ojos míos es suya y hace unos años me recomendó un especialista del norte de la ciudad que casi me cuesta un ojo de la cara. Señalándole el regalo, le recordé la leyenda de cierto artículos: “Manténgase fuera del alcance de los niños”.


Luego compré los euros. Necesita algo más de mil euros. Caminé hasta a la avenida diecinueve, arriba de la séptima. En el primer negocio me vendían los euros a 4570. A unos pasos me los ofrecieron  a 4535. Mevahorré más de medio millón de pesos, la tercera parte del nuevo salario mínimo del país del desangrado corazón.


En la segunda salida del hotel, en la tarde, luego de reclamar los lentes, sólo conseguí cuatro títulos y un morral para continuar el viaje.


En la noche, cuando fui a comprar unas medicinas que requieren de fórmula en Europa, diez títulos más. Tercera y última tanda. Tan pronto vuelva a Bogotá registraré la cosecha, guardada con este fin en una sola maleta.


Imaginé el primer día de compras romano con numerosos detalles, pero no tan bonito como se presentó. Conseguí unas botas, una chaqueta y una bufanda, porque no sólo de libros vive el hombre. Como el invierno está por acabarse, los almacenes ofrecen sus mercancías hasta con un cincuenta por ciento de rebaja. El próximo invierno vendrá con otros modelos. Para un viajero tropical de clima frío, indiferente a las estaciones y la moda, la ocasión es perfecta. La gente de tierra caliente, por las mismas razones, debe viajar a finales del verano.


Siempre he soñado con la Babel de papel, la biblioteca multilingüe, y tengo algunos de mis libros amados en varios idiomas. En otro viaje compré títulos de Kafka, los hermanos Grimm y Calvino en Bologna, y otras delicias en París, a la orilla del Sena, en los mismos territorios que Cortázar exploraba el siglo pasado. Unos pocos en Palma de Mallorca. En Barcelona, cosa rara, no visité una sola librería. El problema es el peso. Así que cada libro que uno compra es una decisión muy bien pensada.


Esta vez fui desaforado: diecisiete libros en un solo día. Dejo aparte los preciosos libros album, puerta de entrada a la lectura en cualquier idioma por la brevedad del texto y la abundancia de las ilustraciones, y me concentraré en los otros nueve títulos. Con la excepción de la novela de Kerouac, ‘En la carretera’, que no conozco bien ni he leído con fundamento, son libros amados, leídos una y otra vez en español.


‘Madame Bovary’ es tal vez el libro más importante de mi vida. Lo leí en mi adolescencia y eché a perder el resto de mi vida. En casa tengo las versiones en inglés, español, portugués y francés. Hacía falta la italiana. De ‘Madame Bovary’ he hecho siete lecturas minuciosas. Y hace mucho más de veinte años que no la he vuelto a leer. Ya es hora.


‘Dublinenses’ es mi libro favorito de Joyce, por encima de ‘Ulises’. He leído los cuentos de Joyce una y otra vez a lo largo de mi vida, traducidos al español por Guillermo Cabrera Infante, pero nunca he hecho una lectura completa de ‘Ulises’. Y esto ya no tiene remedio.


‘Macbeth’ es la obra de Shakespeare que más he leído. Hasta ahora llevo unas cinco o seis lecturas, con distinto traductor y sin repetir editorial, y la fascinación se mantiene. Tengo una traducción que es mi favorita (y, de paso, la mejor edición) pero, como estoy a diez mil kilómetros de mi biblioteca, no puedo registrar la ficha bibliográfica.


‘Dracula’ es una obra maestra, con una estructura perfecta y un manejo del suspenso envidiable, una geografía propia y unos lúgubres escenarios que marcan al lector. Pero el principal acierto es su personaje. Inmortal entre mortales e inmortal en el papel. ‘Dracula’ es un tratado de la inmortalidad, entre otras cosas. Un tratado con sangre y sombras.


¿Y Lolita? Otro personaje extraordinario. La juventud es belleza, y Lolita está incluso antes. ‘Lolita’ es una novela perversa escrita con profunda sabiduría. “Lolita, Luz de mi vida, fuego de mis entrañas…” Los dos primeros párrafos de “Lolita” no sólo son uno de los mejores inicios de una novela sino un luminoso poema de amor. Nabokov se adentra en estas páginas en la exploración “de una passione senza limite, senza controllo, senza pavura”, como afirma la solapa de la edición italiana.


‘Antologia di Spoon River’, acá en italiano e inglés, es un libro fundamental para los poetas y toda una novela en epitafios. Una idea genial. La traducción al italiano es de Letitia Ciotti Miller. Hay una, que imagino muy famosa, de Fernanda Pivano, publucada por primera vez por Einaudi en 1943.


‘Alicia en el país de las maravillas’ es un libro de merecido prestigio, citado una y otra vez, un derroche en todos los niveles: imaginación, humor, lenguaje. No he leído este disparatado libro más de dos veces y me parece raro. Uno debería sabérselo de memoria.


Y por último, ‘Pinocho’, una belleza, otro personaje extraordinario, un muñeco, un trozo de madera desconsiderado y grosero que atormenta la vida de su creador. Leí ‘Pinocho’ en casa con verdadero regocijo, reconociendo que estaba a la altura de su fama, y luego con un tercer grado de primaria, un grupo experimental, consentido, de altísimo nivel, y supe entonces que el libro era todavía mejor. Este libro debería llamarse ‘Metamorfosis’ o ‘Las transformaciones’, y es una de mis sugerencias para los lectores que ya han levantado vuelo. ‘Pinocho’ siempre merece una lectura más. Las otras sugerencias para los  lectores voladores serían ‘Drácula’, ‘Alicia en el país de las maravillas’, ‘La isla del Tesoro’ y ‘Los tres mosqueteros’. Aventuras bien contadas por escritores consagrados, perfecto maridaje de fondo y forma. La buena literatura también es divertida. Una alegría para el cuerpo, un bálsamo para el alma, un remedio que cicatriza las heridas.


Trastevere, Roma, 16 de febrero de 2025

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