Pablo Neruda y Juan Rulfo |
Antonio Skarmeta
QUE TU HOMBRO HONRE MI MANO
Después de los postres, Rulfo salió a la terraza como aturdido por el sol, y yo me le acerqué, y con toda la pedantería del joven profesor universitario, me puse a explicarle sus cuentos de "El llano en llamas" ante su rostro pétreo que sin embargo no mitigaba mi locuacidad. En eso se acercó Neruda seguido de una fotógrafa, puso sobre cada uno de nosotros una mano fraternal encima de nuestros hombros y le dijo a Rulfo: "Permíteme, Juan, que tu hombro honre mi mano".
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