Javier Marías
SERÉ AMADO CUANDO FALTE
Quien imagina su muerte detiene sus figuraciones casi allí donde se detendría él mismo: en la impresión, el lamento, las dudas, la sepultura. Pero olvida -y quizás es normal que lo haga- que la vida de los otros sigue, acaso durante decenios. Olvida que los días pasan y todo se difumina; que quien no puede conciliar el sueño acaba siempre durmiendo; quien se obsesiona con los recuerdos acaba sustituyéndolos por algún presente que por fin lo distrae o interesa; quien tiene remordimientos acaba por justificarse y tranquilizar su conciencia. Y lo que es aún peor: queda el muerto a merced de los vivos, que contarán sobre él o ella sin que haya mentís posible: le atribuirán bajezas y no habrá respuesta; o se colgarán medallas relatando cuánto hicieron por uno aquellos que más lo infamaron; dirán que fueron amigos tuyos quienes te odiaron, y usurparán y mancharán tu nombre; tergiversarán tus hechos y robarán tus dichos y tus recuerdos; y acaso quienes más te impulsaron a abandonar el campo cantarán tus alabanzas sin que puedas afeárselo ni tacharlos de falsos. Seré amado cuando falte. Tal vez, pero aún así es mejor no faltar, o más bien ser el último en despedirse y por lo tanto el último en contar el cuento. Al menos, háganme caso, en el terreno de las figuraciones.
Javier Marías
Aquella mitad de mi tiempo
Galaxia Gutenberg, pp. 289-290
No hay comentarios:
Publicar un comentario