Triunfo Arciniegas
CORAZÓN TAN BLANCO, UNA EXPERIENCIA VERBAL
12 de septiembre de 2022
Después de más de veinte años, de un día para otro, volví a leer “Corazón tan blanco”, y es todavía mejor novela de lo que pensaba. Recordaba su comienzo, el más famoso de las novelas de Javier Marías, y uno de los más contundentes de la literatura.
“No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados.”
Dos veces más volverá a mencionarse esta frase inicial. Custardoy y el profesor Villalobos, en distintos capítulos, usan casi las mismas palabras. De una u otra manera, la frase abarca la totalidad de la novela. Cuando encontraba esta primera frase, según cuenta su editora Pilar Reyes, Javier Marías sabía que tenía otra novela en sus manos. ¿Quiénes fueron estas niñas? ¿Qué les sucedió cuando se hicieron mujeres? ¿Qué relación tienen con el narrador? ¿Qué sucedió en el viaje de bodas? ¿Por qué la mujer se dispara en el corazón?
Otras frases también regresan. O Marías, como un músico, vuelve cada tanto a las mismas frases, enriqueciéndolas, Iluminándolas con otros sentidos. Como ventanas que se abren y permiten la entrada de la luz, sólo el avance de la lectura nos permitirá identificar la totalidad de los objetos de la habitación, por decirlo de alguna manera.
Todo el primer capítulo es un solo párrafo. A la primera frase, sigue: “Cuando se oyó la detonación, unos cinco minutos después de que la niña hubiera abandonado la mesa, el padre no se levantó en seguida, sino que se quedó durante algunos segundos paralizado con la boca llena, sin atreverse a masticar ni a tragar ni menos aún a devolver el bocado al plato; y cuando por fin se alzó y corrió hacia el cuarto de baño, los que lo siguieron vieron cómo mientras descubría el cuerpo ensangrentado de su hija y se echaba las manos a la cabeza iba pasando el bocado de carne de un lado a otro de la boca, sin saber todavía qué hacer con él. “
No hay lector que pueda escapar. Espantados, fascinados, iremos de una página a otra.
De esa primera lectura recordaba a un hombre en el balcón de un hotel de La Habana. Es una imagen fundamental y recurrente. Este hombre, el narrador en luna de miel, contempla a una mujer que espere a alguien en la calle, y de ahí surge el material para dos densos capítulos. Más adelante, desde la penumbra de su propio apartamento en Madrid, el narrador contemplará a un personaje que ha venido a espiarle, y finalmente, en Nueva York, el narrador será el espía que desde la calle espera que se apague una luz en un apartamento. Javier Marías funde los personajes y los espacios, mezcla las situaciones, para brindarnos un magistral remate de capítulo.
Existe otra situación paralela. La pareja de la luna de miel en La Habana escucha la discusión de otra pareja en otro cuarto, así como el narrador sigue desde su dormitorio en Madrid la confesión que su propio padre hace en la sala a la mujer del narrador. Y ambas situaciones tratan sobre la muerte de una mujer.
Aparte de la trama, que mantiene al lector con el corazón en la boca, hay que mencionar la marca de fábrica de Marías: el tratamiento verbal, el prodigioso manejo de la frase, la exuberancia que antes vimos en Proust, Faulkner y Benet. En manos de Marías, el lenguaje se transforma en la arcilla que le permite elaborar fantásticas e innumerables figuras.
Javier Marías es un narrador lento, de frases sinuosas, de temas que se tocan una y otra vez. Javier Marías es un estilo, una manera de escribir que corta el aliento.
Me extraña que los subrayados de mi primera lectura sean tan pocos. ¿Leí de prisa? ¿Leía entonces de otra manera? Mi ejemplar ha quedado ahora repleto de señales, de subrayados, de acotaciones. ¿Entiendo más ahora? Hay libros que alguna vez nos emocionaron y que luego se desmoronaron. No ha sucedido con esta novela de Marías. Ha sido un regocijo. Un deslumbramiento. Y tengo la certeza que volveré a estas páginas.
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