EN TINTA VERDE
El hombre terminó de escribir la tarjeta y sonrió ante la belleza y la precisión de las frases. Imaginó que la mujer sería muy feliz leyéndola. Saldría del baño con la toalla en la cabeza, descalza, sonaría el timbre y sin prisa se colgaría la bata para abrir la puerta: nunca tiene prisa, es bella. Sin duda reconocería a primera vista los garabatos y la tinta verde, pero postergaría la lectura con el propósito del goce perfecto. O no, se quitaría la bata y así, desnuda como es ella, bebiéndose el café, leería la tarjeta una y otra vez, se reiría, sería muy feliz. Entonces, sin perder la sonrisa, el hombre destrozó la tarjeta y acercó un fósforo a uno de los pedacitos, que se encendió como el rostro de una muchacha avergonzada, para terminar consumiendo el pedacito contiguo, y todos se hicieron ceniza. Vio con toda precisión a la mujer metiéndose en la bata, triste, llorando la tarjeta sin leer, el timbre sin sonar, el café sin tomar.
Triunfo Arciniegas
Noticias de la niebla
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