Gabriel García Márquez
CURZIO MALAPARTE
Eran los años de la posguerra, en los cuáles irrumpió otro nombre que puso a temblar a los consagrados: Curzio Malaparte, un italiano con una concepción descomunal del arte de escribir, que impuso en el mundo, con el título de uno de sus libros, una palabra de significado devastador: kapput. Con todo, ese libro que lo consagró en la primera fila no fue el que se leyó con más pasión, sino otro posterior, La piel, sin duda uno de los más vendidos de aquellos tiempos. Cuando lo estaba leyendo por primera vez, en una sórdida pensión de estudiantes de Bogotá, tuve en mitad de camino la ráfaga de pavor de no querer morirme antes de saber cómo terminaba. Entre los muchos episodios que hoy parecerían truculentos, sin duda el más impresionante era el de un manatí del acuario de Nápoles que le fue servido en una cena de gala al comandante de las tropas norteamericanas en Italia y que éste había rechazado porque era igual a una niña hervida que llevaba a la mesa en una fuente adornada con algas y coliflores. Hace unos años, buscando otra cosa me encontré de pronto con este recuerdo lancinante de la juventud, y me quedé perplejo preguntándome qué clase de lectores incautos éramos en aquellos tiempos.
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