EDITH WHARTON Ilustración de Tullio Pericoli |
Santiago Roncagliolo
EDITH WHARTON
Nuestras pesadillas van cambiando con los siglos. Y la literatura de terror ha ido retratándolas...
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Pero la revolución de los ingleses, la industrial, creó un lector diferente: escéptico y materialista, con poca paciencia para los súcubos demoniacos. Para él, autores como Oscar Wilde y Henry James cambiaron los monstruos por las pasiones. En "El retrato de Dorian Gray," el verdadero enemigo espeluznante es el narcisismo del protagonista. "Otra vuelta de tuerca" puede entenderse como un brote psicótico de la atormentada institutriz. El enemigo ya no viene del más allá. Lo llevamos dentro. Y eso da más miedo.
La neoyorquina Edith Wharton (1862-1937) admiraba a estos autores. Su novela La casa de la alegría bebe de la ironía aristocrática de Wilde. La edad de la inocencia despliega el mismo amor por el detalle que Retrato de una dama, la misma meticulosidad para retratar el volcánico interior de un personaje a través de su gélida conducta exterior. No es extraño, pues, que Wharton haya probado fortuna con estos Cuentos inquietantes, que navegan entre el cuento de fantasmas y el humor negro.
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Bisexual, divorciada y esposa engañada, Edith Wharton entendió que la siguiente revolución sería la de las mujeres, y que eso producía pánico en los hombres. De ahí tomó el material para unos cuentos que no inquietan por sus ecos de ultratumba, sino por su sensibilidad para entender los cambios sociales.
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